miércoles, 1 de agosto de 2007

La seudonovedad del peatón

El penacho blanco al fondo del polverío militar. Las botas, la sangre ceñida en el rostro. Rejuvenece la libertad en la trompetada de cada diana. El mausoleo de cada rifle. La literatura de los tinterillos, la mofa de la radio malograda. Las baterías nacionales y el mercurio del cielo que empeñó al sol por el dos por uno. Perdió y perdieron. Pueril, joven de sombrero y chaqueta. Las mangas, la propaganda del perfume. Un número de serie que es el documento de identidad. Las barras de producción y el niño infantilmente maduro. Las droga de la señora Enriqueta, el hijo, la concubina. Las promociones de la vida y la ciudad brinda con copitas hechas de manos. Pidiendo, reclamando, riendo. Lo último tenía que ser. El político, las barrenderas. Lo que delata al juez, lo que el hierro no mata, lo que el hierro no termina. La luciérnaga que embadurna el barroco de las necedades. La caja, el quejido, el desamor con amores. El plástico barato, la fantasía del niño, la muñeca que no tuvo, el superhéroe que su padre nunca llegó a ser. La madre maravillosamente madre. El prostíbulo, la vieja escuela, el vaso, el cristal, el chino hijo de puta del dueño, la marihuana. Quiera quien fuese, mengano o fulano de San Pincho, de San Puta. La onomatopeya de las caricaturas. Condorito; la chicha; la naranja irritante; el amor con cuerpo falso, con historias inventadas. El secuestro, la niña que deseó ser varón. El siquiatra social, el ginecólogo de las despedidas de soltero.
Chorrea la cerveza, la bencina, el polvo, el quete, la desesperación. Los baños por centros de comercio; la escuela, una mierda. Corrige con el borrador de papa lo que manchas con tinta. Aquí hubo sol. En invierno, siempre seguía siendo el infierno. No quieres tomar leche y ellos no quieren tomar más té. Piedra, polvo, la cuerda, el ula-ula de las madres embarazadas. La respuesta que el pueblo pide. La ambición que los héroes no reclaman. Nadie fue el amor y un taxista resultó ser la única luz divina.
No llegó. El derrotado, el Goliat, el hijo de puta de las navidades quien nos roba el pesebre para luego nadie ser tragado por un tigre.

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