jueves, 29 de noviembre de 2007

PSDT.PSDT.PSDT.

No tengo mucho que decir.
Psdt. casi siempre no tengo muchas ideas.
Psdt. Psdt. espero alguna llamada tuya
Psdt.Psdt.Psdt. Y es que no puedo llamarte por tu linea.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Ayer busqué tu casa y ahora me resfrié.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Aún no se me ocurre qué ponerte para decirte cosas inteligentes.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Si supieras que cuando callo es porque digo mucho de mí Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Creo que aún digo nada.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Sabes que te amo
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Por eso callaba
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Por eso mi silencio.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Y no tengo mucho que decir

sábado, 24 de noviembre de 2007

Poesia

¡Qué encanto produce
tu acorde solista,
mi poesía sinfónica,
el alma que no es mía,
el dolor que me traduce
y te hago virgen
con tan poca alegría!

Pues qué corto de mimetismo
Tiene el relato prolijo,
Mi discurso en lo obvio
Siendo yo ser finito,
La pérdida del mundo...
¡Qué flojo es el destino!
¡Qué héroe el vagabundo!
Tienta tu paso, damisela,
El sacrificio de tu olvido.

¿Y el caballero?
La mitad de sus dos cuartos,
La naranja que sabe a piña,
Cuando me duermo,
No me tapo
La sonrisa.
¿Y la tiranía?
Es el testamento
Del infortunado,
El carisma
De la hipocresía.

Se mantuvo de pie,
Maciza la frente,
Los ojos dibujados sin brillo.
Ella lejos por temer;
Él, casualidad del presente.
Nacieron siendo naturaleza
E irreconocibles hijos
De la justicia y la belleza.

Para Doña

Pues, me toca empeñar este poco tiempo a dedicar elogios y disculpas por los cordeles que atan mis brazos y las piernas y el pecho y la cabeza al anaquel del destino. ¿Y por qué escribo así? Siendo usted señora y yo solo un aprendiz de señor, las cartas notariales no legalizan mi pesar y los “atentamente” arcaico de las oficinas no concilia mi idea por brindar un abrazo: las cartas se escriben así por así, como si me quedasen solo cinco minutos antes de soltar la pluma y colgar los chimpunes en la línea telefónica por una mujer quien, como diría Becker, es poesía. ¿Y Vallejo? ¿Y Watanabe? ¿Y Lizardo Cruzado? ¿Y Juan Gonzalo Roce? ¿Y André Suárez? Ese último lo conozco. Ese último soy yo.
Yo, vuestra merced, muchacho poeta de esquina, pupilo con pocos vellos en el pecho en la jungla de los bares, el que no sale, el pisado, el chismoso. El chismoso. Disculpas y perdones, lejos y más lejos de ella... No lo sabía, no sabía las reglas, el código. Y con tan solo preguntar lo que la preocupación crea. No señalé con el dedo, no miré de reojo al culpable. Y seguía estando lejos y aún sigo aquí donde no es allá. Los meses aún no los cuento y los aniversarios los celebro todos los días y la beso como si nunca hubiese besado y la amo como cuando el amor se sonroja de vergüenza en decir cómo amar.
Ella, quien me enseñó olvidar el luto de una uña, aún no abre a pares esas ventanas del alma y mientras ella no vea el reflejo de la luz; para mí, ni si quiera hay luz. ¡Viví, sonreír, bailar! Las ánimas se hacen difíciles para tiempos difíciles. Afuera, el cielo aún es gris. Afuera. ¿Y adentro? ¿En su pecho? ¿En sus venas? ¿En sus arterias? ¿En su sangre? ¿En su alma? ¿En el éter? ... Se encuentra la infinitud de la persona. Lo que todo el mundo tiene. Regalemos sonrisas al déficit, saquemos la lengua al mal tiempo, juguemos mundo hasta dar la vuelta al mundo, toquemos timbres para romper el solipsismo de tantos ermitaños. Ella quien tanto lo necesita, ella quien todos quieren. Usted, quien fue mi ADUANAS en los celos y mi INTERPOL cuando infligí alguna ley para crear sonrisas, quien revisa mi pasaporte para no ser un enamorado ilegal, sepa lo difícil que es escribir para ensayar un primer beso, una primera pregunta, un primer gesto. Lo ensayo creando cielos y eternidades en un escritorio que me transporta de bajo de la cama de mi Amor.
Pero aún estoy aquí, con dos ensayos roba línea telefónica y un Nietzche que desde tiempo me quiere golpear. Y siempre preguntando como va todo por allá. Lo de Mili, la operación, los doctores. Cuando conocí a Yunie, sentí que me guiaba entre gigantes y yo me mantenía jugando a las chapitas en alguna vereda. La voluntad, Merced, es tan difícil de ser juzgada. Siempre el “yo desentendido”, el Mr. Bean que ya llegó muy lejos y perdió raiting. Perdone las tristezas, disculpe las primeras impresiones. Yunie no tiene culpa alguna y yo, con los hombros caídos y con los pies bajo tierra, porque arrastrarlos es decir poco, le pido perdón, disculpa y por favor. Por favor que ya el mundo se encoge y con una “a” en este papel no es lo mismo que un beso y que una “e” no es tocar la mano a Yunie y que una “i” no es la imagen precisa de mi rostro necesitado.
Y le beso la mano, Vuestra merced, para despedirme. La rutina siempre acosa, pero no llevo cronómetro de oficina. Buenas tardes, buenas noches o buenas días o chau o adiós.
Y que el tiempo no tenga fin. Y que la amo. Y que me dispenso por lo que no quise hacer.
Como una vez me dijo Bruno Mendizábal:
“La canción perfecta duró tres minutos con catorce segundos. ¿Y yo que no soy perfecto, cuánto durare?” Mi respuesta es cincuenta centavos en algún teléfono público.

INSOMNIOOOOO

Cuestiones enciclopédicas: las puntas de mis canas negras. Insomnio: las palabras en la garganta. Denuncia: me enamoré de la más bella. Acusado: el nombre sin apellido y producto de los celos que pocas veces viví. Desconfianza: no más allá de lo que me dice alguien especial para mí. Conclusión: el segundo tomo de este intento de quitarme los celos.
Y yo que no quería ser policía. Así son las guerras civiles. Y yo que no quería ser abogado. Así fueron las injusticias. Y yo que no quise ser operador de línea. Así es el IGV de la telefonía. Y yo que siempre quise ser escritor. Así se aprovecha de mí lo estrambótico. Y yo... Muy egocéntrico. Mejor no.
Y tú quien es sargenta de brigada, de Estado, de mi condición pública y sábana en mi cama. Así, de a pocos, se pasa esta noche que no te hablé. Y tú, pequeña, pequeñísima, diminuta, que cabe en el pecho y vuela al ejercitar los suspiros. Así eres, porque no te inventé. Y tú, y contigo y por ti. Así es como me di cuenta que me falta lenguaje para llegar a lo quise decir. Lo que invento es siempre tuyo. Luego.
La poesía ya no la compartes. Me jodió el Joaquín en un verso. Me gusta cuando callas. Me delató Neruda y me dice pisado. Y más precisamente. Y más precisamente soy la copia de un Juan Gonzalo Rose. No comparto los versos. Y justo es cuando niego lo que es original. ¿Cómo decirte no? No te odio, es decir, sí te amo. Mis únicas maneras de decirte un no.
-No, tú no. Aún no te vayas.
-Como si fueras la gran cosa.
-¿Y ahora qué?
-Juega cartas con el desencanto
-¿Y cómo duermo sin ti?
-¿Total que podías dormir por ella?
Y el bostezo y el sueño partió con sus maletas; bueno, con unas bolsas del mercado; bueno, con un palo y un pañuelo; bueno, se fueron, ¿no?
Todavía no concluyo.
La polilla, el tiempo, la vida, el amor. El amor tanto como sentirlo como hacerlo. Tres noches. Celos. La censura. Me cortas las manos. Lloré. Y los hombres quienes no lo hacían. Extraña. El contestador de tu teléfono. La promesa. Los mariachis. Mis malditos centavos. El capitalismo. Mi ansiedad. Promesa. Mi dos por uno en una llamada. El mil por tres mil de los que pueden y yo no puedo. Lo que te encantó. Lo que aún tengo y no me encanta. Mis abstracciones. Celos. Un paracaídas. Un peldaño. Un cigarro. La gastritis. El espejo. Cara de siempre. Entiendo porqué el menos le gana al más en multiplicaciones. Ella. Él. La amo. Me ama. Y está lejos. Y aún no la toco. Y ya hemos hecho el amor. La repercusión del tiempo que esperas tener para que no tengamos. Lo dijiste. Lo pienso ahora. Me resisto. No me mientas. No me mientas. Los celos. No él. Yo. Mentira. No por perderte. Por saber que conmigo pensé que eras feliz. No dañarte. Recuperarme. No dejarte ir. Sino que te vayas sabiendo que no es venganza. Que no sea lo inconsciente. Ya es tarde. No podré leértelo. Quizá no te diga que lo escribí. Estás dormida, porque no contestas. Antes estaba ocupado. ¿Quién? Promesa. Me disgusta. Me enternece. Me dio lástima. Si es como quieres, te doy el gusto. No se aprovechen de mí.
Y a las seis de la mañana te llamaré para no decirte nada de lo que escribí. Solo mi insomnio.

Mea culpa

Tú quien esperas mis llamadas. ¿Qué cubre tu oído si ya no es mi voz? Y es que ya no quiero amar con tropiezos, no me digas que puedo ser tanto en una vida. Sucede lo que no comprendo. Los celos me dicen que hablas con él. El rey que todo lo puede. Y yo el plumero viejo de alguna casa vecina. Y no podré regalarte lo que todos te prometen. No podré llevarte todos los días al cine. No me sé números de mariachis. No manejo carro ni por necesidad. Miro cielo buscando promesas. Vuelo al ras del suelo cuando no contestas. Y lamo el suelo con pocas sonrisas. Mis labios se quiebran al saber que ya no estás. Y te pido que me digas si es que ya no soy más nada. Si te divierte, pues anda. Si no lo amas, qué hago yo solo cada noche cuando de mí no quieres más. Y las noches siguen contándose. Qué perpetuo se hacen los minutos y tú quien me dices que me amas. Esta noche en qué rincón de la línea telefónica te escondiste. ¿Ya no puedo hacerte reír acaso? ¿Ya vencí como cuestiones del horario? ¿Pues dónde olvidaste lo que siempre llevabas contigo el yo que desconocí? Y es que no puedo dormir más. Las pesadillas me acorralan en la esquina de la cama. Dijese que los tiempos son otros. Los celos no es cuestión de hacer propiedad privada, sino saber de una vez si realmente hallaste a alguien mejor que yo. Por que una canción decía que me podrían robar tus días y tus noches no. Y me siento robado y extraviado. Miedo me causa la luz que penetra en este dormitorio. Digo lo que nunca te dije por teléfono, porque eres la almohada helada que frota mi pecho. Pues no quiero hacer de policía. Dime lo que la tristeza por mí no te deja. No me hagas sentir que te pierdo sabiendo que te sientes mejor sin mí. Y es que ya extraño tu sabor de cada noche al hacer el amor. ¿Qué parte del amor no hicimos que ya no quieres otra noche conmigo? Que tal si me llamas y hablas sin mí. Quedarme callado como el fondo de tu “ya”, de tu “si” de tus nones. Y es que si te perdiese, solo dime si eres feliz. Si no te perdiese, perdóname si las llamadas me quedan cortas. Pero responde si aún nos queda un poco del sonrojo al sentirnos juntos y desnudos. Reclámame las noches que siempre esperábamos hasta que sea la hora punta. Terminé con un último suspiro. Y si me duermo es por un desmayo. Se me pasma el corazón. Las manos ya se quedan cortas. No sabría qué haces esta noche por mí. Tengo miedo y tú quien ya no me hablas.
Qué terrible los cuervos que vuelan alrededor de mi cama.
No quisiese dormir más para escucharte...
Pero déjame decirte antes que te amo
Y despiértame una mañana. Despiértame para toda la vida.
Amor mío, esta noche es tuya. Todo es tuyo.
Pero perdone las lágrimas... esas son por mí.

Al vudu

Ya me dijeron lo infortunado de mi futuro. Jugué al vudú y los alfileres de tus manos me tocaron. Y es que ya el tiempo pasó y nos recogió para enfrentarnos, para amarnos, para celarnos. Arrastro los pies de a poco y me hago daño en las plantas de los pies. El jardín botánico se extingue, mi corazón, pequeña, se hace la manzana de la discordia. Y tan solo quiero regalarte unas palabras. ¿Dónde estas ahora? Ya muero sin darme estocada. Déjame guiarte entre mis harapos, porque no soy noble a llamarte como iguales. No conté con una malla innata contra las heridas. Hazme recordar quién sigue arriba. Si es que eres tú quien compensa mis amores, seas siempre infinita. Y es que las anécdotas se suman con sutileza y es que las promesas son juramento con las dos palmas de la mano. La verdad es que ya estás tan lejos como siento los dedos a las teclas. Me pareciese todo atómico en la comprensión del mundo por mi lado sensible. Cierto es que aún no me contestas. Dime quién está a mi lado para perder el mundo. Y si es que eres tú quien empeña los labios por caricias. Y la amo como las tardes de febrero y es que la extraño como los días que nunca viví. Y lo cierto es que ya el mundo se hace diminuto y me siento entre las rocas para ejercitar mis pecados, mis estupideces, mis pocas enseñanzas, mis cartas que las tiro al barranco y las lágrimas que no llegan al mar.
Pero lo cierto es que ya se hace tarde y me quedé con estas palabras en las uñas que me las suelo comer para no perder la inspiración de más tarde. Qué día el nuestro que ya estás más lejos. Y es que el tiempo se detiene con tu lejos, con tu allá que me ensombrece el alma y hiere mis pobres venas. Pero nada gané más que una deuda de lágrimas que esperan ser ahorradas en la banca de mi almohada y un colchón que ya no es el paraíso de una noche de amor. Me perdí entre lo que nadie me decía nada. Me oscurece el alma al cerrar los párpados. Siento frío y el alma siempre te reclama.