sábado, 24 de noviembre de 2007

Al vudu

Ya me dijeron lo infortunado de mi futuro. Jugué al vudú y los alfileres de tus manos me tocaron. Y es que ya el tiempo pasó y nos recogió para enfrentarnos, para amarnos, para celarnos. Arrastro los pies de a poco y me hago daño en las plantas de los pies. El jardín botánico se extingue, mi corazón, pequeña, se hace la manzana de la discordia. Y tan solo quiero regalarte unas palabras. ¿Dónde estas ahora? Ya muero sin darme estocada. Déjame guiarte entre mis harapos, porque no soy noble a llamarte como iguales. No conté con una malla innata contra las heridas. Hazme recordar quién sigue arriba. Si es que eres tú quien compensa mis amores, seas siempre infinita. Y es que las anécdotas se suman con sutileza y es que las promesas son juramento con las dos palmas de la mano. La verdad es que ya estás tan lejos como siento los dedos a las teclas. Me pareciese todo atómico en la comprensión del mundo por mi lado sensible. Cierto es que aún no me contestas. Dime quién está a mi lado para perder el mundo. Y si es que eres tú quien empeña los labios por caricias. Y la amo como las tardes de febrero y es que la extraño como los días que nunca viví. Y lo cierto es que ya el mundo se hace diminuto y me siento entre las rocas para ejercitar mis pecados, mis estupideces, mis pocas enseñanzas, mis cartas que las tiro al barranco y las lágrimas que no llegan al mar.
Pero lo cierto es que ya se hace tarde y me quedé con estas palabras en las uñas que me las suelo comer para no perder la inspiración de más tarde. Qué día el nuestro que ya estás más lejos. Y es que el tiempo se detiene con tu lejos, con tu allá que me ensombrece el alma y hiere mis pobres venas. Pero nada gané más que una deuda de lágrimas que esperan ser ahorradas en la banca de mi almohada y un colchón que ya no es el paraíso de una noche de amor. Me perdí entre lo que nadie me decía nada. Me oscurece el alma al cerrar los párpados. Siento frío y el alma siempre te reclama.

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