Quizá comprenda la madre de mis derechos la iniciativa y la prórroga roñosa que tildo de veneno como la gripe, como la penicilina. Sé que el carbón que ahora uso es del más barato, que mi casaca jean se estropea sin el uso, que esta hoja de papel me la regalaron o hasta el ego regalado en alguna feria vecinal. Auspicio este secreto del oficio con la nupcia entre el oído y el silencio. Atónito. Qué reprime mi poca fortaleza. Ocurre que una vez me dijeron que la casualidad es idiotez humana. Nunca me la creí. Así como no creí que ver televisión de cerca me vuelve ciego, como fumar cigarros mentolados me puede hacer homosexual, como ponerse al frente del microondas produce cáncer o como la saturación de la paciencia, o como si mi voluntad fue la de escribir una carta de amor.
Eso era, ahora que lo recuerdo. Era una carta de amor, solo que me olvidé, otra vez, cómo comenzarla.
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