lunes, 23 de julio de 2007

Conde


Crisparon las ansias del manojo de nervios de la puerta a la almena vacía de almas y repleta de heridas, magulladuras y extorsiones. Las clavijas se arrepintieron de ser guardianes de este calabozo, de este politburó del viejo conde. Sin firmamento alguno, el viejo conde interrumpió la prosapia del silencio habitado aquí por años. El susurro ensombreció las cartas a jugar. Faltó el quinto rey. El quinto rey se embarró con las ollas de una cocina.
El conde disparó siempre orgulloso con su lisura que desquebrajó las normas de un nido vetado por la municipalidad. Cuesta creer que viva de cimarrón en esta jaula. Caí por mi propio peso y nadie me arrastró. ¿Quién tiró? El conde ríe sin que nadie confiese y juega al dominó con las engrapadoras, con los papeles, con el origami que planta raíces en los escritorios. El viejo conde vivió su propio eclipse al jugar al clic y al clac con el fosforescente. Jugó al sol y a la luna en un mismo dormitorio. Los cuchillos perdieron su filo y el azúcar siempre acíbar cuando un té humedece los labios embriagados por el alcohol.
¿Con quién brindaste, viejo conde?
¿Quién te convido lo que comparto y me prohíbes?
Te faltaron súbditos. Te sobraron anaqueles para elevarte, para tu babel de cartón y carajos. No viste tierra: decidiste tomar las escaleras.
Viejo conde, ¿quién te sigue? ¿Hijos o súbditos?
No hay personalidad sin diferencia, sin el otro... El yo quien te habla... Somos más, tú menos... Dime ¿Cuántos yo tienes?
Subiste, viejo conde. Subiste donde los cuervos no sienten el sabor de carne podrida. Nada se consume a sí mismo. Viejo conde, te consumió tu grandeza minúscula. Ya no es tan grande lo que tiempo deja de color añil. Ya lo pequeño es nada... Ahora los niños te saben a nada. ¿De qué ríes, conde? Tu almena se calló contigo por mi diana escurridiza a tus oídos, a tus ojos, a tus sentidos.
Si pudieras... No. Hoy no te pediré favores, viejo conde. Mañana marcho al “no sé” que siempre tienes de respuesta al iniciar una tertulia que a nada nos lleva, porque nada teníamos pendiente.
El viejo conde subió. Franqueó el buenas noches fingido. Sentó su cuerpo en el trono de palitos de chupete. ¿Qué reino tienes, viejo conde? El cantamañanas cortará tu asombro y la resaca será tu nuevo dolor de cabeza. Ya no seré yo, menos la condesa. ¿Y la condesa?
Viejo conde, ahora que duermes sentado, porque siempre ordenas, dime... ¿Qué tan alto vuela un ángel? ¿Qué parte del código desaprendido aprendí? Eras tan humano como yo. No hay leyes de justicia para tu merced. Tal vez no la haya. No me interesa. Nada me interesa.
Duerme, viejo conde. La puerta ya sollozó desde el último golpe que le diste y le di un curita a tu maldita usura cuando te acuerdes de mí, de un vasallo a quien engañaste. Sin nobleza no llegaré muy lejos, pero los crímenes no son perfectos. Lo sabes.
Viejo conde...
... mi viejo ... conde....

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