miércoles, 4 de julio de 2007

Me sobornas con tu muerte


Salí, escapé, ahora. Me sobornas con tu muerte, con tu desaparecer para aparecerte más en mí y más que nunca, porque nunca pude olvidarte del todo, olvidarte y conseguir nada. Inocente párvula que maquilla las heridas con el almizcle de la tristeza. Clavé una última estocada con el vendaval que escapó de mi albedrío, pero siempre deseoso. Y no moriste. Y sobreviviste, a pesar del salto de página, del exabrupto, de las manos maniqueas al esbozar letras y tintas, las venas de los tinteros.
Shhh. No viene. Deja abierta tu ventana que no habrá más tormenta. Solo por hoy. ¿Hoy?
Shhh. Déjame decirte que la sangre no cede al flato que colmó mi última página con
tu nombre, porque estaba prohibido, estaba prohibido, prohibido. Mira hacia otro lado. Shhh. Sí, sé que pude haber dado más. Alguien viene....
No era él. No era yo. No era yo.
Cada milímetro corrobora la ineficacia, el daño colateral que hago. Pero te vas a morir, ¿quién arrincona?, ¿quién clama? En fin, ya no escribo. A mí, al yo, al personaje que soy, que inventé, que veté por sobrevivir y no te hice culpable. Lo peor. Es lo peor.
Ya la incertidumbre se agotó y tu esgrima no marca los pétalos de la memoria, las coronas dedicadas a mi féretro que nadie cargó, porque era mi responsabilidad. Exacto, era.
Shhh. Ya no tengo más lumbre para decirte más... Shhh.
¿Qué? ¿El yo? ¿El quién?
No preguntes más. Nada descifrarás y así será. Será. El yo fuera del contexto. No debo estar aquí, no debo andar aquí. No cierres la ventana. Ya me voy. Me voy.
Shhh. No sé cómo, pero siento que las paredes escuchan. Siempre soy escuchado por Él. No es cualquiera... Shhh... Adiós.

¡¿Qué haces, imbécil?! Regresa donde mierda estabas...
Pronto acabarás, desgraciado... Pronto te dejarás de cojudeces....
Idiota... ¡cómo te dejas sobornar por la muerte!

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