
Así se pasa el tiempo cuando pensamos detener el tiempo para sentirlo que sucedió tan rápido. Es un juego de esperar a que termine el tiempo para salir, para hacer otra cosa, para escapar. Neurótica es la ciudad, es cierto, pero, más que crucigramas, es el oficio de escribir. En hacer que las palabras se junten y se separen y se mezclen para llenar una página. Hacer que haya una simetría entre el juego y la habilidad. Unos con lápices de colores, otros con máquinas de escribir. Desde peluquería baratas, hasta el señor que limpia botas en la esquina. Todos corren dentro de 4, 5 ,6 casillas, mientras que el escritor tiene una sola casilla, pero una eterna expansión. Un juego de toda la vida y que condena al afisionado, pero condena al demente con glorias y honorarios. De jugar rudo con la realidad y hacer creer lo impensable y pensar en lo que nadie puede creer. De eso bastaría, pienso.
Un cricigrama que aún no termino y llevo como un año y meses. No le veo final alguno. No haría falta conocerlo. En el periódico, un premio de dos cientos dólares. En la vida, un crucigrama más al intelecto, pero memorioso al dedicarlo.
Yo soy víctima de las dedicaciones, debo confesar. Con razón que los crucigramas de los periódicos vienen sin dedicaciones, a pesar que sea algo finito. Sin embargo, cómo hacer con los crucigramas de un solo casillero. No lo supiese responder.
Un juego infinito y infinitas las dedicaciones. Por hoy creo en eso.
Por lo menos hasta que alguien merezca una dedicación.
La veo lejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario