
Hay pastillas que endulzan las decepciones, que quitan el stress o hasta quitan la vida si se toma más de una. Sin embargo, esta "diaze-pam" no es tan igual que tantas y es como ninguna y es mejor que cualquiera, supongo. Es única, vale decir, con un estado de cambio, de expectativas, de regeneración y confesiones a la mías mañanas con tal de aclarecer el día, pero ocurre que la penumbra se hace espesa y caemos en lo mismo, en lo anterior, en lo usual, en lo pasado. Así como quien duerme por no despertar, se trata de una noche de verano. Una diaze-pam que se consumió consigo misma y cayó en su mismo sueño, en su misma cicuta que remeda las confesiones de una tarde para cocechar intriga al espectador. Una droga, valdría bien decir, que no se consumió en mis labios que de redentores lo dudo, de pesimistas siempre les apuesto y de tercos la maldita prosapia de las verdades. Me sentí villano al jugar con lo que prohibe los enamorados, jugar a las escondidas sin reflectores, jugar a que me divertía entre las sonrisas, las carcajadas, las caídas, las "acá no más llega", los "acá termina este agarre". Conste que dormí empeñando el tiempo en cuidar las promesas muy ajenas a mi saber. Ajenas queriendo compartir lo tan mío en mis poesía, pero confesado por la musaraña que no conocí. De eso se trato el "Diaze-Pam". De eso se trataba la huída y dejar la droga en incertidumbre para acaparar cada centímetro de mi cama de una plaza y media. Durmiendo... desvaneciendo.... consumiendome yo mismo al cerrar los ojos.
Al fin y al cabo, la Diaze-Pam hizo lo suyo... lo que tenía que hacer y yo me embriagé sin tomar bocado y, después de todo, irme otra vez a dormir...
Al fin y al cabo, la Diaze-Pam hizo lo suyo... lo que tenía que hacer y yo me embriagé sin tomar bocado y, después de todo, irme otra vez a dormir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario