
Discúlpeme, pero perdóneme que ahora no me acompañe la cafeína. La historia que pasó rompe con los desvelos. Prominente es el insomnio que hoy me atormenta, la felicidad en cada hoyito de la cara y el “no eres tú, sino yo” o el “yo que no sé” está clavado en cada esquina, en cada pared, en cada rincón. Cuando se sienta tu sendero desencontrado, cuando tu farol no alumbre más... ¿Parece que te deseo los males? Un papel travieso confesó un acto de no rencor y yo, quien lo traduje, me siento su cómplice al renunciar a mis opiniones y enfrascarlas en un objeto, enfrascarlas para quitarle el aire y de a poco morir. Una asfixia que no haría daño, niña de palabras cortas. Tan cortas como las fracciones del segundo que puede tener al clavar la mirada y fruncir los labios haciendo un gesto que nadie merezca verlo, porque es tan tuyo y tan de ti y tan de mí y ajeno, porque escribo de ti.
Me di cuenta de la belleza ajena que condecora mis logros al hacer prosa la algarabía y hacer poesía al desencanto. Tus coturnos negros que me acompañaron con versos métricos colgados de tu bolso, pendientes del apunte, del corrector, del “ya tengo clase”, del “aquí no sigo yo”. Cuesta entender. Cuesta entender.
Me siento ajeno y yo qué sé. Allá tu realidad compartida con otros diferentes y yo siendo el único y el mismo. Qué auténtica es mi aventura al no compararla a las demás. Quizá ya otros pintaron azulejos, ya dibujaron letras o ya esbozaron el primer beso que no concluyó. ¿Primer beso? Déjame decirte, niña de palabras cortas, que las primeras veces pueden ser tantas como las primeras veces que conoces a alguien distinto cada día.
Maldita rutina, déficit literario a tu merced. ¿Qué si pierdo el tiempo? Dímelo tú, quien no considera la usura como humano, quien no comenta la delicia de lo prohibido o quien no crispó el corazón con la tinta diluida por una cinta.... y dime tú ¿qué hubieras hecho si la tinta hubiese sido pequeñas lágrimas? Las máquinas de escribir serían unas buenas detectoras de mentiras. Sí que sí y de nones afirmé. Qué novicio ingrato, mujer de pasado incierto, aparecer con ansiedad para hacerte reír un poco pensando que estás leyendo estas líneas en el ahora, pero a través de mis ojos no ven los tuyos, a través de mis manos no escriben versos las tuyas. Así de dual, mujer.
No contengo bilis maniquea y los papeles en cuatricomía ya bastaron por hoy. Señores, guardo la cinta en el talego de la anécdota y la sonrisa beligerante en la billetera. Pisa sobre las piedras y no caigas más hondo sobre tu mismo pantano. Sigue con lo que planea la casualidad que, para variar, sigue siendo mujer. ¿Y la esperanza? Diría que es celosa y por eso cuesta confesar lo que tengo que decir, porque la esperanza y tú, niña de palabras cortas, se enfrentarán, pero bajo tus decisiones está el destino. Ya lo armaste, ya lo descubriste, ya lo inventaste. Sin embargo, ¿me hablarás luego de esperanza?
Dos mujeres compartieron esta historia...
Nos vemos luego, niña de palabras cortas...
Te veo luego del después, esperanza...
¿Qué con quién me quedo?....
La hermanastra y la última hija de trece hermanas....
.......
¿Qué traes de nuevo, soledad?
Me di cuenta de la belleza ajena que condecora mis logros al hacer prosa la algarabía y hacer poesía al desencanto. Tus coturnos negros que me acompañaron con versos métricos colgados de tu bolso, pendientes del apunte, del corrector, del “ya tengo clase”, del “aquí no sigo yo”. Cuesta entender. Cuesta entender.
Me siento ajeno y yo qué sé. Allá tu realidad compartida con otros diferentes y yo siendo el único y el mismo. Qué auténtica es mi aventura al no compararla a las demás. Quizá ya otros pintaron azulejos, ya dibujaron letras o ya esbozaron el primer beso que no concluyó. ¿Primer beso? Déjame decirte, niña de palabras cortas, que las primeras veces pueden ser tantas como las primeras veces que conoces a alguien distinto cada día.
Maldita rutina, déficit literario a tu merced. ¿Qué si pierdo el tiempo? Dímelo tú, quien no considera la usura como humano, quien no comenta la delicia de lo prohibido o quien no crispó el corazón con la tinta diluida por una cinta.... y dime tú ¿qué hubieras hecho si la tinta hubiese sido pequeñas lágrimas? Las máquinas de escribir serían unas buenas detectoras de mentiras. Sí que sí y de nones afirmé. Qué novicio ingrato, mujer de pasado incierto, aparecer con ansiedad para hacerte reír un poco pensando que estás leyendo estas líneas en el ahora, pero a través de mis ojos no ven los tuyos, a través de mis manos no escriben versos las tuyas. Así de dual, mujer.
No contengo bilis maniquea y los papeles en cuatricomía ya bastaron por hoy. Señores, guardo la cinta en el talego de la anécdota y la sonrisa beligerante en la billetera. Pisa sobre las piedras y no caigas más hondo sobre tu mismo pantano. Sigue con lo que planea la casualidad que, para variar, sigue siendo mujer. ¿Y la esperanza? Diría que es celosa y por eso cuesta confesar lo que tengo que decir, porque la esperanza y tú, niña de palabras cortas, se enfrentarán, pero bajo tus decisiones está el destino. Ya lo armaste, ya lo descubriste, ya lo inventaste. Sin embargo, ¿me hablarás luego de esperanza?
Dos mujeres compartieron esta historia...
Nos vemos luego, niña de palabras cortas...
Te veo luego del después, esperanza...
¿Qué con quién me quedo?....
La hermanastra y la última hija de trece hermanas....
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¿Qué traes de nuevo, soledad?
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