¿Cuesta mucho cubrirse las manos en este terrible invierno limeño? Una taza de café cubre nuestras necesidades, tanto maniacas como corporales por el frío, sin embargo siempre solemos depender de aquellas improvisadas maneras. Desde algo tan fácil como poner las manos en las falquitreras a jugar con la punta ardiente de un cigarrillo. Sí, aunque lo malo es que al final te deja ese olor a tabaco tan delicioso, pero tan juzgado por los mayores. Sin embargo ¿quiénes son los mayores? Algunas veces los 18 suelen ser tan sutil. Jóvenes aún que no deben estar bebiendo en bares, pero sí lo mayorcitos como para jugar a la guerra y matar. Pero eso ya es otra historia.
Lima siempre tan terrible con sus veranos de invierno y sus estíos que son tan difíciles de describir.
Las manos siempre son las que pagan la peor parte. Ahora que solo acaricio el vendaval sin juntar mis manos con otras que se me sean ajenas. Como queriendo compartir sin orgullo un frío que mis manos caen sobre mí mismo sin conocer otras manos que compartan mi misma suerte. Ahora enfundo mis pobres manos sobre guantes de lana. Aún sienten frío, aún tiemblan, pero ese temblor es tan familiar. Es como queriendo acabar un texto que no cuenta con mi palabra, como improvisar un verso que no amerita que sea yo su autor, como quien busca encontrar las palabras exactas en una máquina de escribir Remington sin delatar que existe un escritor que escribe. Así suele ser... Creo que así son los inviernos....
Aunque hoy sintiese que este invierno me durará toda la vida. A fin de cuentas, me encanta el frío.
Lima siempre tan terrible con sus veranos de invierno y sus estíos que son tan difíciles de describir.
Las manos siempre son las que pagan la peor parte. Ahora que solo acaricio el vendaval sin juntar mis manos con otras que se me sean ajenas. Como queriendo compartir sin orgullo un frío que mis manos caen sobre mí mismo sin conocer otras manos que compartan mi misma suerte. Ahora enfundo mis pobres manos sobre guantes de lana. Aún sienten frío, aún tiemblan, pero ese temblor es tan familiar. Es como queriendo acabar un texto que no cuenta con mi palabra, como improvisar un verso que no amerita que sea yo su autor, como quien busca encontrar las palabras exactas en una máquina de escribir Remington sin delatar que existe un escritor que escribe. Así suele ser... Creo que así son los inviernos....
Aunque hoy sintiese que este invierno me durará toda la vida. A fin de cuentas, me encanta el frío.
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