viernes, 29 de junio de 2007

Una tarde de futbol




La algarabía de la selección de patriotas que juegan a jugar. Momentos que el alcohol corría con el tabaco y sus petacas, como los eructos y las sonrisas. La cerveza que empaña la garganta con el grito unísono de felicidad, de “carajo”, de “viva”, de “así es mi Perú”. Sin trucar con mis libertades, compartí una tarde de país, de deber cívico, pienso. Como nunca la frase de “dos más” y “no tan helenas”, porque hacía frío, porque es invierno, porque estaba sin casaca alguna.
Tres fueron los motivos para vitorear el triunfo y una muchedumbre fueron los afónico. Yo pertenecí a ese grupo. Sin embargo, entre risas y risotadas, comprendí lo que pocos piensan de la libertad. Una tarde del martes que no estaba atado a la infame rutina ni a la sed de los horarios. Esa misma tarde que pasé entre botellas y petacas y pipa que heredé sin muerto, que heredé en vida, pero algo me dice que no llegaré muy lejos por ella. Las travesuras ahora ya no son con crayolas ni témperas, sino con resacas y borracheras. Los nuevos tiempos de engreimiento. Estaré preparado, pero no por mucho.
¿Lo de libertad? Me di cuenta que las tardes me consumen en los viejos bares que están cerca de la universidad y ya no encuentro ese grito chillón en los teléfonos al pedir excusa para no llamar a la chica que pedía todo, que recibía pocas veces nada. ¿A dónde fue? Pareciera que el recibo del teléfono nadie canceló y la voz se fue apagando como la estrella que tirita por un reflejo de millones de años y no sabemos si mañana acaba el último segundo de millones de años luz. Se acabaría el reflejo, siento.
Quién sabe y cuando me dije lo anterior, estábamos por el segundo gol. Y lo grité sin saber motivo. Miré el teléfono queriendo sentir otra vez los reclamos de una mujer que conocía poco y le decía que la amaba. Pareciera broma, pero no sé por qué busco regresar a las gavias de cada catorce de febrero y a los lonches de cada tarde con la suegra, sin el suegro, porque era una historia donde el desamor era protagonista. Ni pensar que a ella le prometí tanto, pero no se realizó, porque la promesa era de dos personas. Ahora que lo pienso, yo sólo formé esas dos personas.
Pues, mi libertad, me comienzas a llevar a cada rincón que no busco varar. Parece gracioso, pero ahora entiendo lo que me dijo un cura: “La libertad solo se le valora cuando nos la quitan”. Creo que ya es hora de valorarla, ya es hora de perderla.
Acabó el partido... Y siento que me cobran un off side.

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