martes, 11 de septiembre de 2007

Homenaje

Nací un día que Dios estaba enfermo, grave.

Ni qué decir de ti, Vallejo. Cada cual con su frase de ternura y de autodestrucción. Pongamos el caso que lo perfecto de la métrica fuera la misma métrica. Quiera que no sea así en este mundo cuadriculado en todas sus esquinas. La novela que alguna vez escribí no era una carta poder de algún abogado. Realmente las hazañas del ingenio no engatusa esta plancha de uno por uno de realidad. Pues que quien critique tenga la idea de lo que se trata. La arquitectura no hace la fama del arquitecto. El seguir la ley no hace el nacimiento de nuevas leyes. No comprendiese en qué momento el soneto de las aduanas no es el mismo que el cuarteto del respeto en la casa. Ya me aburre el atavismo formal de las bodas y de los velorios lloricones de las viejas. Si sepa que los joven no puede llevar el almizcle del siglo XVIII. No sepa, pero perdóneme y discúlpeme, que siempre sea así el juego de villanos y de policías. No quiera ser policía del caso homicida que termine con la gramática que desde niño manejó algún reo. No quiero ser el villano que no hace del homicidio un arte. No temer al forajido, al cabello largo, al hijo artista de los funcionarios, al auspiciado por todos sin contar a sus padres.
Pues que difícil sea la aprobación del hatajo miserable que pisa el gris sin sucumbir por los elefantes rosados de cada bar. Si miramos al cielo que no sea por culpa ni perdón, que no sea por mentiroso ni humilde, ni por castigado o por salvador, sino por saber qué nos trajo al mismo lugar que ya mis generaciones pisaron, acabaron, gimieron y lloraron. Pues qué de nuevo trae esta esquina entre dos avenidas que siguen siendo el mismo prostíbulo desde el año de la Perricholi. Qué solución trae hacerse el terco, sacar la diploma que el vecino no tiene o ganar la carrera que nunca comenzamos. No callo aún la prosapia maldita de mis antepasados, la realidad que nos cubre como la estameña blanca que se contamina, al sicario profesional o al traidor que no supo qué hacer y lo llaman luego hermano. No sepa y no sé.

¡AH! ¡ CHU!
Salud, Dios.
Gracias, hijo mío.


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