Ni qué decir de ti, Vallejo. Cada cual con su frase de ternura y de autodestrucción. Pongamos el caso que lo perfecto de la métrica fuera la misma métrica. Quiera que no sea así en este mundo cuadriculado en todas sus e

Pues que difícil sea la aprobación del hatajo miserable que pisa el gris sin sucumbir por los elefantes rosados de cada bar. Si miramos al cielo que no sea por culpa ni perdón, que no sea por mentiroso ni humilde, ni por castigado o por salvador, sino por saber qué nos trajo al mismo lugar que ya mis generaciones pisaron, acabaron, gimieron y lloraron. Pues qué de nuevo trae esta esquina entre dos avenidas que siguen siendo el mismo prostíbulo desde el año de la Perricholi. Qué solución trae hacerse el terco, sacar la diploma que el vecino no tiene o ganar la carrera que nunca comenzamos. No callo aún la prosapia maldita de mis antepasados, la realidad que nos cubre como la estameña blanca que se contamina, al sicario profesional o al traidor que no supo qué hacer y lo llaman luego hermano. No sepa y no sé.
¡AH! ¡ CHU!
Salud, Dios.
Gracias, hijo mío.
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