-De tanto mirar...
-Se me caerán los ojos. Lo sé, pero qué bella prisión es la que veo allí afuera, incluso más que la mía.
-Lo ajeno, hijo, se te hace más fácil en notar y admirar. Poco te di, pero la casualidad sabrá.
-¿Ella no es mi madre?
-...
-Tiempo que no la veo. Quizá regrese como solo esa vez que estuvo cuando nací.
-Lo dudo, pero mira qué fabuloso ese cielo tan blanco como el edredón blanco que cubre tu cama. Mira aquel portón roto como el chocolate que te daba salpullido o aquel automóvil cual es igualito al que te regalé de juguete y ...
-Lo vi, pero no veo a qué tanto bla bla bla...
-Temo que sí.
-Me gusta aquella niña.
-¿Tanto como qué?
-Como las historietas que me compré hace poco.
-¿Tanto así, mi hijo?
-Tan solo soy un niño aún, pero tú cuánto quisiste a mi mamá.
-Tanto como aquí hasta el cielo.
-Lo sabía.
-¿Sabías qué?
-En que en el amor era más maduro que tú.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario