Pásame la factura de mil años que viví en el mutis luego de ser una sola alma y dos cuerpos. Registrame en la piel que pertenezco a tu cuerpo, que no hay más patria que tu clavicula, que tus venas, que tus rodillas y tus talones. Róbame un beso cuando callo con por los codos. Tú, reflejo de poema. Te amo cuando callas porque pareces ausente. Y yo quien me desvanezco en la inopia de la realidad al ser tú más maravilla que la sutiliza del buen sueño. Tus lágrimas revalzan la estameña de mis sábanas, hidrata el desierto de mi inexperiencia.
Quererte es nunca cobrar el seguro de mi vida
despues de mil años en la cama
cuando una llamada venia
por solo treinta minutos de telefono.
martes, 25 de diciembre de 2007
lunes, 24 de diciembre de 2007
A los 18
A los 18 uno compra condones sin sonrojarce. A los 18 la patria te da el valor sagrado de defenderla con un fusíl. A los 18 uno es patricida, vanguardista con gotas de izquierda. A los 18 ya uno sabe quien compró los regalos de navidad y que nunca fue papa noel. A los 18 uno sabe tomar carros por toda Lima, robar centavos a los cobradores, escupir en la calle como si de hay naciera algún arból. A los 18 uno comprende por qué su papá nunca despertaba temprano de una juerga, maneja auto jurándose Jame Bond, se le borra el cassette con agrado, postula a la política de las despedidas de soltero. A los 18 te reconocen por un dígito en la sociedad, eres una cuenta de estudiente en la universidad, el por segunda vez niño quien ingresa al salón donde estaban los demás. A los 18 ya sabes ir al banco, ya tienes riesgo a ser padre prematuro- o padre contemporaneo-. A los 18 uno medita en estudiar las carreras que nunca pensaron. A los 18 sabes cómo se maneja el dolar cuando recibes regalos de navidad. A los 18 por fin te acuerdas del perfume, de la marca, de peinarse, de no fumar en casa ajena, de no comer cualquier cosa a cualquier hora. A los 18 debutas en algún hotel con sexo barato. A los 18 se te marchitan las flores al amor de tu vida por un carro ultimo modelo. A los 18 reconoces qué estuvo bien y qué mal. A los 18 años uno se da cuenta que sus padres pueden ser tan hijos de puta como el vecino o el lechero. A los 18 eres bilingue porque dicen que hablas español y cojudeces. A los 18 te enamoras, respetas la mesa, escuchas las noticias cada 8.00 de la mañana. A los 18 conoces un poco de política, lees el periódico multicolor, se te olvida un poco el padre nuestro. A los 18 tu credo es la libertad, tu penitencia es ser huevón por perder a tu flaca. A los 18 te sientes culpables del gobierno porque tuvo tu voto. A los 18 formas trabajas, te inventas carreras y habilidades. A los 18 el jefe te insulta, sudas cada mañana y te despiden en la tarde. A los 18 cuentas dinero para pagar la vacuna de tu primer hijo, la cuna, el baby shower y jurar que la bebe nació prematura para explicar el parto antes del matrimonio. A los 18 no le temes a la muerte al irte tan lejos de tu familia. A los 18 el suicidio es una opción. A los 18 celebras navidad sin arból. A los 18 te das cuenta que la mejilla roja de tu madre no fue de pura casualidad. A los 18 contestas el teléfono y no dejas el mensaje. A los 18 te vistes con terno para esconder la mierda que eres con el resto. A los 18 aprendes del pecado y gozas en su propia hipocresía. A los 18 es la edad de las colas en cualquier lado. A los 18 nadie quizo que seas escritor.....
A los 18 crecemos rápido y la madurez es la doblegación del niño que tuvimos.
A los 18 crecemos rápido y la madurez es la doblegación del niño que tuvimos.
sábado, 22 de diciembre de 2007
"Lo peor del amor". De Joaquin Sabina
Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoquera los archivos.
Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoquera los archivos.
Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…
Una vida de ventaja
Eso que nunca se sabe
es loo que la princesa acechó.
Alfombrada en benjuí,
Calla por los empeines,
Hermosa como cuando reí,
Fría como cuando de ella,
De ella todo depende.
Perdón con ser princesa.
La realeza que te impongo
Es la plebe de la plebe
Con palabras de corazón.
Desenfundó la espada,
Cortó siendo tajante
Desde el día que nació.
Le faltaron palabras...
Palabras para no darte.
Y es que te vengas
De quien no te conoció.
Y no por suicida temporal,
Señora de mi conciencia,
Sino de puro devenir
Que en ti produjo
La sal y la efervescencia
De la soledad
Y peor aún,
Su propio luto.
¡Señuelo mío!
¡Enclave de mis cordilleras!
¡Princesa!
Tan poco quiso el destino,
Me faltan entendederas
Cuando eres bella
Y la muerte
Al correr con ella
Con una vida de ventaja.
es loo que la princesa acechó.
Alfombrada en benjuí,
Calla por los empeines,
Hermosa como cuando reí,
Fría como cuando de ella,
De ella todo depende.
Perdón con ser princesa.
La realeza que te impongo
Es la plebe de la plebe
Con palabras de corazón.
Desenfundó la espada,
Cortó siendo tajante
Desde el día que nació.
Le faltaron palabras...
Palabras para no darte.
Y es que te vengas
De quien no te conoció.
Y no por suicida temporal,
Señora de mi conciencia,
Sino de puro devenir
Que en ti produjo
La sal y la efervescencia
De la soledad
Y peor aún,
Su propio luto.
¡Señuelo mío!
¡Enclave de mis cordilleras!
¡Princesa!
Tan poco quiso el destino,
Me faltan entendederas
Cuando eres bella
Y la muerte
Al correr con ella
Con una vida de ventaja.
Diestra y siniestra
Y es que no quiero decir que te quiero
Para luego decirte que te amo.
Es que no quiero decirte lo que tengo por decir
Pero me obliga a hacerlo
El deja vu que produce la lógica
De la fantasía sobre lo mimético.
Siendo francos,
La vida no es un esquema
En un solo verso.
Pues no quiero engañarte con ganas de hacerlo,
No quisiera subirte el desayuno
Cada mañana que me toque.
Es que no quiero comprarte planetas,
Quedar en déficit con el extravío,
Prometerte que me afeitaré por semana
Y decir no a las juergas con los amigos.
Pues no quiero y no quiero.
Acaso es que nada quiero
Porque esa palabra no me dice
A lo que realmente quiero llegar.
Niego para afirmarte lo que siento,
Periplo de un poeta
Con asiento sin trasero.
Pero es que ya me harté de esto
No entiendes y por eso discuto
Porque me dices que no...
Que no me puedo enojar.
Y de eso me enojo...
Me enojo que no me puedo enojar.
Y es que me voy
Como señala la dirección
De mis pobres letras.
Hacia allá donde me espera
Un recordar en el vacío
Del espacio y tiempo
De las maravillas
Que trajo tu existencia.
Pues hacia allí me voy,
Economizando mis palabras,
Para que sepas que al terminar
Estas palabras...
Puedas enterarte...
Lo que quiero decir.
En mi desesperación
En hacerme notar y en ti.
(toqué la barra de espacio
y es que debo regresar)
Para luego decirte que te amo.
Es que no quiero decirte lo que tengo por decir
Pero me obliga a hacerlo
El deja vu que produce la lógica
De la fantasía sobre lo mimético.
Siendo francos,
La vida no es un esquema
En un solo verso.
Pues no quiero engañarte con ganas de hacerlo,
No quisiera subirte el desayuno
Cada mañana que me toque.
Es que no quiero comprarte planetas,
Quedar en déficit con el extravío,
Prometerte que me afeitaré por semana
Y decir no a las juergas con los amigos.
Pues no quiero y no quiero.
Acaso es que nada quiero
Porque esa palabra no me dice
A lo que realmente quiero llegar.
Niego para afirmarte lo que siento,
Periplo de un poeta
Con asiento sin trasero.
Pero es que ya me harté de esto
No entiendes y por eso discuto
Porque me dices que no...
Que no me puedo enojar.
Y de eso me enojo...
Me enojo que no me puedo enojar.
Y es que me voy
Como señala la dirección
De mis pobres letras.
Hacia allá donde me espera
Un recordar en el vacío
Del espacio y tiempo
De las maravillas
Que trajo tu existencia.
Pues hacia allí me voy,
Economizando mis palabras,
Para que sepas que al terminar
Estas palabras...
Puedas enterarte...
Lo que quiero decir.
En mi desesperación
En hacerme notar y en ti.
(toqué la barra de espacio
y es que debo regresar)
Casualidad
No quisiera caer en el tic estrafalario
De compartir canciones autodestructivas.
Y es que mil veces lo mismo no es igual
A las pequeñas flores amarillas
Que extrajiste del verano que pasó.
Sucede que no es igual.
Pero con la música
Es que te encuentro susurrando
Al oído que descubriste
Para escuchar lo que nadie me dijo.
Dame la factura
De mil años que no viví
Al pasar solo dos noches.
Es que realmente no hubo verano,
No hubo flores amarillas,
Ni si quiera floforesentes.
Pero te digo que no hubo música,
Que no me gustan las baladas,
Que no conozco de economía
Al hablar de facturas....
Pero que nadie me diga
Que en dos noches
Realmente pasaron mil años...
En dos noches
Que me tocó estar
Donde los milagros esperan,
Donde las recompensas
Vienen y se quedan,
Donde la casualidad
Te hizo existir.
De compartir canciones autodestructivas.
Y es que mil veces lo mismo no es igual
A las pequeñas flores amarillas
Que extrajiste del verano que pasó.
Sucede que no es igual.
Pero con la música
Es que te encuentro susurrando
Al oído que descubriste
Para escuchar lo que nadie me dijo.
Dame la factura
De mil años que no viví
Al pasar solo dos noches.
Es que realmente no hubo verano,
No hubo flores amarillas,
Ni si quiera floforesentes.
Pero te digo que no hubo música,
Que no me gustan las baladas,
Que no conozco de economía
Al hablar de facturas....
Pero que nadie me diga
Que en dos noches
Realmente pasaron mil años...
En dos noches
Que me tocó estar
Donde los milagros esperan,
Donde las recompensas
Vienen y se quedan,
Donde la casualidad
Te hizo existir.
sábado, 15 de diciembre de 2007
Impro...
André dice:
Hola
Andre envió un sumbido
André envió un sumbido
André dice:
....
André dice:
Alguien x alli? Vale responder, eh!
(Mensaje recibido el sabado 15 de diciembre del 2007)
Hola
Andre envió un sumbido
André envió un sumbido
André dice:
....
André dice:
Alguien x alli? Vale responder, eh!
(Mensaje recibido el sabado 15 de diciembre del 2007)
miércoles, 12 de diciembre de 2007
El hombre de hoy...
Hoy... ¡A que no saben! Sí, la hice. Hoy fui a una fiesta. Fui el centro de atención. Sí, baile toda la noche con la mujer más bella del local! Dios, pero si supieran como bailaba. Hermosa. Tomé chelas con los amigos, todos preguntaban por mí, me fiaron la entrada a Vip. ¡Qué más! ¡Se me hizo! Tengo tantos numeros telefonicos como para hacer un guía. Hoy Dios se puso la camiseta del Perú. Dios, a alguien le debo contar de lo de hoy. Dios, mantenme vivo para contar a todos lo que paso hoy en la fiesta. Dios, y cómo bailaba esa mujer. Me dio un beso. ¡Un beso! Y los amigos, todos, todos pendientes de lo que hacia. Para qué más. Algo debo hacer. Ya es muy temprano. Dios, mis energias siguen. ¡Vivo, vivo, vivo! Quisiera seguir alli. ¡No podré dormir!
Ahora no sé que hacer... quisiera cortarme las venas...
*Gracias Kierkegaard...
Ahora no sé que hacer... quisiera cortarme las venas...
*Gracias Kierkegaard...
jueves, 29 de noviembre de 2007
PSDT.PSDT.PSDT.
No tengo mucho que decir.
Psdt. casi siempre no tengo muchas ideas.
Psdt. Psdt. espero alguna llamada tuya
Psdt.Psdt.Psdt. Y es que no puedo llamarte por tu linea.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Ayer busqué tu casa y ahora me resfrié.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Aún no se me ocurre qué ponerte para decirte cosas inteligentes.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Si supieras que cuando callo es porque digo mucho de mí Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Creo que aún digo nada.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Sabes que te amo
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Por eso callaba
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Por eso mi silencio.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Y no tengo mucho que decir
Psdt. casi siempre no tengo muchas ideas.
Psdt. Psdt. espero alguna llamada tuya
Psdt.Psdt.Psdt. Y es que no puedo llamarte por tu linea.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Ayer busqué tu casa y ahora me resfrié.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Aún no se me ocurre qué ponerte para decirte cosas inteligentes.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Si supieras que cuando callo es porque digo mucho de mí Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Creo que aún digo nada.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Sabes que te amo
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Por eso callaba
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Por eso mi silencio.
Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt.Psdt. Y no tengo mucho que decir
sábado, 24 de noviembre de 2007
Poesia
¡Qué encanto produce
tu acorde solista,
mi poesía sinfónica,
el alma que no es mía,
el dolor que me traduce
y te hago virgen
con tan poca alegría!
Pues qué corto de mimetismo
Tiene el relato prolijo,
Mi discurso en lo obvio
Siendo yo ser finito,
La pérdida del mundo...
¡Qué flojo es el destino!
¡Qué héroe el vagabundo!
Tienta tu paso, damisela,
El sacrificio de tu olvido.
¿Y el caballero?
La mitad de sus dos cuartos,
La naranja que sabe a piña,
Cuando me duermo,
No me tapo
La sonrisa.
¿Y la tiranía?
Es el testamento
Del infortunado,
El carisma
De la hipocresía.
Se mantuvo de pie,
Maciza la frente,
Los ojos dibujados sin brillo.
Ella lejos por temer;
Él, casualidad del presente.
Nacieron siendo naturaleza
E irreconocibles hijos
De la justicia y la belleza.
tu acorde solista,
mi poesía sinfónica,
el alma que no es mía,
el dolor que me traduce
y te hago virgen
con tan poca alegría!
Pues qué corto de mimetismo
Tiene el relato prolijo,
Mi discurso en lo obvio
Siendo yo ser finito,
La pérdida del mundo...
¡Qué flojo es el destino!
¡Qué héroe el vagabundo!
Tienta tu paso, damisela,
El sacrificio de tu olvido.
¿Y el caballero?
La mitad de sus dos cuartos,
La naranja que sabe a piña,
Cuando me duermo,
No me tapo
La sonrisa.
¿Y la tiranía?
Es el testamento
Del infortunado,
El carisma
De la hipocresía.
Se mantuvo de pie,
Maciza la frente,
Los ojos dibujados sin brillo.
Ella lejos por temer;
Él, casualidad del presente.
Nacieron siendo naturaleza
E irreconocibles hijos
De la justicia y la belleza.
Para Doña
Pues, me toca empeñar este poco tiempo a dedicar elogios y disculpas por los cordeles que atan mis brazos y las piernas y el pecho y la cabeza al anaquel del destino. ¿Y por qué escribo así? Siendo usted señora y yo solo un aprendiz de señor, las cartas notariales no legalizan mi pesar y los “atentamente” arcaico de las oficinas no concilia mi idea por brindar un abrazo: las cartas se escriben así por así, como si me quedasen solo cinco minutos antes de soltar la pluma y colgar los chimpunes en la línea telefónica por una mujer quien, como diría Becker, es poesía. ¿Y Vallejo? ¿Y Watanabe? ¿Y Lizardo Cruzado? ¿Y Juan Gonzalo Roce? ¿Y André Suárez? Ese último lo conozco. Ese último soy yo.
Yo, vuestra merced, muchacho poeta de esquina, pupilo con pocos vellos en el pecho en la jungla de los bares, el que no sale, el pisado, el chismoso. El chismoso. Disculpas y perdones, lejos y más lejos de ella... No lo sabía, no sabía las reglas, el código. Y con tan solo preguntar lo que la preocupación crea. No señalé con el dedo, no miré de reojo al culpable. Y seguía estando lejos y aún sigo aquí donde no es allá. Los meses aún no los cuento y los aniversarios los celebro todos los días y la beso como si nunca hubiese besado y la amo como cuando el amor se sonroja de vergüenza en decir cómo amar.
Ella, quien me enseñó olvidar el luto de una uña, aún no abre a pares esas ventanas del alma y mientras ella no vea el reflejo de la luz; para mí, ni si quiera hay luz. ¡Viví, sonreír, bailar! Las ánimas se hacen difíciles para tiempos difíciles. Afuera, el cielo aún es gris. Afuera. ¿Y adentro? ¿En su pecho? ¿En sus venas? ¿En sus arterias? ¿En su sangre? ¿En su alma? ¿En el éter? ... Se encuentra la infinitud de la persona. Lo que todo el mundo tiene. Regalemos sonrisas al déficit, saquemos la lengua al mal tiempo, juguemos mundo hasta dar la vuelta al mundo, toquemos timbres para romper el solipsismo de tantos ermitaños. Ella quien tanto lo necesita, ella quien todos quieren. Usted, quien fue mi ADUANAS en los celos y mi INTERPOL cuando infligí alguna ley para crear sonrisas, quien revisa mi pasaporte para no ser un enamorado ilegal, sepa lo difícil que es escribir para ensayar un primer beso, una primera pregunta, un primer gesto. Lo ensayo creando cielos y eternidades en un escritorio que me transporta de bajo de la cama de mi Amor.
Pero aún estoy aquí, con dos ensayos roba línea telefónica y un Nietzche que desde tiempo me quiere golpear. Y siempre preguntando como va todo por allá. Lo de Mili, la operación, los doctores. Cuando conocí a Yunie, sentí que me guiaba entre gigantes y yo me mantenía jugando a las chapitas en alguna vereda. La voluntad, Merced, es tan difícil de ser juzgada. Siempre el “yo desentendido”, el Mr. Bean que ya llegó muy lejos y perdió raiting. Perdone las tristezas, disculpe las primeras impresiones. Yunie no tiene culpa alguna y yo, con los hombros caídos y con los pies bajo tierra, porque arrastrarlos es decir poco, le pido perdón, disculpa y por favor. Por favor que ya el mundo se encoge y con una “a” en este papel no es lo mismo que un beso y que una “e” no es tocar la mano a Yunie y que una “i” no es la imagen precisa de mi rostro necesitado.
Y le beso la mano, Vuestra merced, para despedirme. La rutina siempre acosa, pero no llevo cronómetro de oficina. Buenas tardes, buenas noches o buenas días o chau o adiós.
Y que el tiempo no tenga fin. Y que la amo. Y que me dispenso por lo que no quise hacer.
Como una vez me dijo Bruno Mendizábal:
“La canción perfecta duró tres minutos con catorce segundos. ¿Y yo que no soy perfecto, cuánto durare?” Mi respuesta es cincuenta centavos en algún teléfono público.
Yo, vuestra merced, muchacho poeta de esquina, pupilo con pocos vellos en el pecho en la jungla de los bares, el que no sale, el pisado, el chismoso. El chismoso. Disculpas y perdones, lejos y más lejos de ella... No lo sabía, no sabía las reglas, el código. Y con tan solo preguntar lo que la preocupación crea. No señalé con el dedo, no miré de reojo al culpable. Y seguía estando lejos y aún sigo aquí donde no es allá. Los meses aún no los cuento y los aniversarios los celebro todos los días y la beso como si nunca hubiese besado y la amo como cuando el amor se sonroja de vergüenza en decir cómo amar.
Ella, quien me enseñó olvidar el luto de una uña, aún no abre a pares esas ventanas del alma y mientras ella no vea el reflejo de la luz; para mí, ni si quiera hay luz. ¡Viví, sonreír, bailar! Las ánimas se hacen difíciles para tiempos difíciles. Afuera, el cielo aún es gris. Afuera. ¿Y adentro? ¿En su pecho? ¿En sus venas? ¿En sus arterias? ¿En su sangre? ¿En su alma? ¿En el éter? ... Se encuentra la infinitud de la persona. Lo que todo el mundo tiene. Regalemos sonrisas al déficit, saquemos la lengua al mal tiempo, juguemos mundo hasta dar la vuelta al mundo, toquemos timbres para romper el solipsismo de tantos ermitaños. Ella quien tanto lo necesita, ella quien todos quieren. Usted, quien fue mi ADUANAS en los celos y mi INTERPOL cuando infligí alguna ley para crear sonrisas, quien revisa mi pasaporte para no ser un enamorado ilegal, sepa lo difícil que es escribir para ensayar un primer beso, una primera pregunta, un primer gesto. Lo ensayo creando cielos y eternidades en un escritorio que me transporta de bajo de la cama de mi Amor.
Pero aún estoy aquí, con dos ensayos roba línea telefónica y un Nietzche que desde tiempo me quiere golpear. Y siempre preguntando como va todo por allá. Lo de Mili, la operación, los doctores. Cuando conocí a Yunie, sentí que me guiaba entre gigantes y yo me mantenía jugando a las chapitas en alguna vereda. La voluntad, Merced, es tan difícil de ser juzgada. Siempre el “yo desentendido”, el Mr. Bean que ya llegó muy lejos y perdió raiting. Perdone las tristezas, disculpe las primeras impresiones. Yunie no tiene culpa alguna y yo, con los hombros caídos y con los pies bajo tierra, porque arrastrarlos es decir poco, le pido perdón, disculpa y por favor. Por favor que ya el mundo se encoge y con una “a” en este papel no es lo mismo que un beso y que una “e” no es tocar la mano a Yunie y que una “i” no es la imagen precisa de mi rostro necesitado.
Y le beso la mano, Vuestra merced, para despedirme. La rutina siempre acosa, pero no llevo cronómetro de oficina. Buenas tardes, buenas noches o buenas días o chau o adiós.
Y que el tiempo no tenga fin. Y que la amo. Y que me dispenso por lo que no quise hacer.
Como una vez me dijo Bruno Mendizábal:
“La canción perfecta duró tres minutos con catorce segundos. ¿Y yo que no soy perfecto, cuánto durare?” Mi respuesta es cincuenta centavos en algún teléfono público.
INSOMNIOOOOO
Cuestiones enciclopédicas: las puntas de mis canas negras. Insomnio: las palabras en la garganta. Denuncia: me enamoré de la más bella. Acusado: el nombre sin apellido y producto de los celos que pocas veces viví. Desconfianza: no más allá de lo que me dice alguien especial para mí. Conclusión: el segundo tomo de este intento de quitarme los celos.
Y yo que no quería ser policía. Así son las guerras civiles. Y yo que no quería ser abogado. Así fueron las injusticias. Y yo que no quise ser operador de línea. Así es el IGV de la telefonía. Y yo que siempre quise ser escritor. Así se aprovecha de mí lo estrambótico. Y yo... Muy egocéntrico. Mejor no.
Y tú quien es sargenta de brigada, de Estado, de mi condición pública y sábana en mi cama. Así, de a pocos, se pasa esta noche que no te hablé. Y tú, pequeña, pequeñísima, diminuta, que cabe en el pecho y vuela al ejercitar los suspiros. Así eres, porque no te inventé. Y tú, y contigo y por ti. Así es como me di cuenta que me falta lenguaje para llegar a lo quise decir. Lo que invento es siempre tuyo. Luego.
La poesía ya no la compartes. Me jodió el Joaquín en un verso. Me gusta cuando callas. Me delató Neruda y me dice pisado. Y más precisamente. Y más precisamente soy la copia de un Juan Gonzalo Rose. No comparto los versos. Y justo es cuando niego lo que es original. ¿Cómo decirte no? No te odio, es decir, sí te amo. Mis únicas maneras de decirte un no.
-No, tú no. Aún no te vayas.
-Como si fueras la gran cosa.
-¿Y ahora qué?
-Juega cartas con el desencanto
-¿Y cómo duermo sin ti?
-¿Total que podías dormir por ella?
Y el bostezo y el sueño partió con sus maletas; bueno, con unas bolsas del mercado; bueno, con un palo y un pañuelo; bueno, se fueron, ¿no?
Todavía no concluyo.
La polilla, el tiempo, la vida, el amor. El amor tanto como sentirlo como hacerlo. Tres noches. Celos. La censura. Me cortas las manos. Lloré. Y los hombres quienes no lo hacían. Extraña. El contestador de tu teléfono. La promesa. Los mariachis. Mis malditos centavos. El capitalismo. Mi ansiedad. Promesa. Mi dos por uno en una llamada. El mil por tres mil de los que pueden y yo no puedo. Lo que te encantó. Lo que aún tengo y no me encanta. Mis abstracciones. Celos. Un paracaídas. Un peldaño. Un cigarro. La gastritis. El espejo. Cara de siempre. Entiendo porqué el menos le gana al más en multiplicaciones. Ella. Él. La amo. Me ama. Y está lejos. Y aún no la toco. Y ya hemos hecho el amor. La repercusión del tiempo que esperas tener para que no tengamos. Lo dijiste. Lo pienso ahora. Me resisto. No me mientas. No me mientas. Los celos. No él. Yo. Mentira. No por perderte. Por saber que conmigo pensé que eras feliz. No dañarte. Recuperarme. No dejarte ir. Sino que te vayas sabiendo que no es venganza. Que no sea lo inconsciente. Ya es tarde. No podré leértelo. Quizá no te diga que lo escribí. Estás dormida, porque no contestas. Antes estaba ocupado. ¿Quién? Promesa. Me disgusta. Me enternece. Me dio lástima. Si es como quieres, te doy el gusto. No se aprovechen de mí.
Y a las seis de la mañana te llamaré para no decirte nada de lo que escribí. Solo mi insomnio.
Y yo que no quería ser policía. Así son las guerras civiles. Y yo que no quería ser abogado. Así fueron las injusticias. Y yo que no quise ser operador de línea. Así es el IGV de la telefonía. Y yo que siempre quise ser escritor. Así se aprovecha de mí lo estrambótico. Y yo... Muy egocéntrico. Mejor no.
Y tú quien es sargenta de brigada, de Estado, de mi condición pública y sábana en mi cama. Así, de a pocos, se pasa esta noche que no te hablé. Y tú, pequeña, pequeñísima, diminuta, que cabe en el pecho y vuela al ejercitar los suspiros. Así eres, porque no te inventé. Y tú, y contigo y por ti. Así es como me di cuenta que me falta lenguaje para llegar a lo quise decir. Lo que invento es siempre tuyo. Luego.
La poesía ya no la compartes. Me jodió el Joaquín en un verso. Me gusta cuando callas. Me delató Neruda y me dice pisado. Y más precisamente. Y más precisamente soy la copia de un Juan Gonzalo Rose. No comparto los versos. Y justo es cuando niego lo que es original. ¿Cómo decirte no? No te odio, es decir, sí te amo. Mis únicas maneras de decirte un no.
-No, tú no. Aún no te vayas.
-Como si fueras la gran cosa.
-¿Y ahora qué?
-Juega cartas con el desencanto
-¿Y cómo duermo sin ti?
-¿Total que podías dormir por ella?
Y el bostezo y el sueño partió con sus maletas; bueno, con unas bolsas del mercado; bueno, con un palo y un pañuelo; bueno, se fueron, ¿no?
Todavía no concluyo.
La polilla, el tiempo, la vida, el amor. El amor tanto como sentirlo como hacerlo. Tres noches. Celos. La censura. Me cortas las manos. Lloré. Y los hombres quienes no lo hacían. Extraña. El contestador de tu teléfono. La promesa. Los mariachis. Mis malditos centavos. El capitalismo. Mi ansiedad. Promesa. Mi dos por uno en una llamada. El mil por tres mil de los que pueden y yo no puedo. Lo que te encantó. Lo que aún tengo y no me encanta. Mis abstracciones. Celos. Un paracaídas. Un peldaño. Un cigarro. La gastritis. El espejo. Cara de siempre. Entiendo porqué el menos le gana al más en multiplicaciones. Ella. Él. La amo. Me ama. Y está lejos. Y aún no la toco. Y ya hemos hecho el amor. La repercusión del tiempo que esperas tener para que no tengamos. Lo dijiste. Lo pienso ahora. Me resisto. No me mientas. No me mientas. Los celos. No él. Yo. Mentira. No por perderte. Por saber que conmigo pensé que eras feliz. No dañarte. Recuperarme. No dejarte ir. Sino que te vayas sabiendo que no es venganza. Que no sea lo inconsciente. Ya es tarde. No podré leértelo. Quizá no te diga que lo escribí. Estás dormida, porque no contestas. Antes estaba ocupado. ¿Quién? Promesa. Me disgusta. Me enternece. Me dio lástima. Si es como quieres, te doy el gusto. No se aprovechen de mí.
Y a las seis de la mañana te llamaré para no decirte nada de lo que escribí. Solo mi insomnio.
Mea culpa
Tú quien esperas mis llamadas. ¿Qué cubre tu oído si ya no es mi voz? Y es que ya no quiero amar con tropiezos, no me digas que puedo ser tanto en una vida. Sucede lo que no comprendo. Los celos me dicen que hablas con él. El rey que todo lo puede. Y yo el plumero viejo de alguna casa vecina. Y no podré regalarte lo que todos te prometen. No podré llevarte todos los días al cine. No me sé números de mariachis. No manejo carro ni por necesidad. Miro cielo buscando promesas. Vuelo al ras del suelo cuando no contestas. Y lamo el suelo con pocas sonrisas. Mis labios se quiebran al saber que ya no estás. Y te pido que me digas si es que ya no soy más nada. Si te divierte, pues anda. Si no lo amas, qué hago yo solo cada noche cuando de mí no quieres más. Y las noches siguen contándose. Qué perpetuo se hacen los minutos y tú quien me dices que me amas. Esta noche en qué rincón de la línea telefónica te escondiste. ¿Ya no puedo hacerte reír acaso? ¿Ya vencí como cuestiones del horario? ¿Pues dónde olvidaste lo que siempre llevabas contigo el yo que desconocí? Y es que no puedo dormir más. Las pesadillas me acorralan en la esquina de la cama. Dijese que los tiempos son otros. Los celos no es cuestión de hacer propiedad privada, sino saber de una vez si realmente hallaste a alguien mejor que yo. Por que una canción decía que me podrían robar tus días y tus noches no. Y me siento robado y extraviado. Miedo me causa la luz que penetra en este dormitorio. Digo lo que nunca te dije por teléfono, porque eres la almohada helada que frota mi pecho. Pues no quiero hacer de policía. Dime lo que la tristeza por mí no te deja. No me hagas sentir que te pierdo sabiendo que te sientes mejor sin mí. Y es que ya extraño tu sabor de cada noche al hacer el amor. ¿Qué parte del amor no hicimos que ya no quieres otra noche conmigo? Que tal si me llamas y hablas sin mí. Quedarme callado como el fondo de tu “ya”, de tu “si” de tus nones. Y es que si te perdiese, solo dime si eres feliz. Si no te perdiese, perdóname si las llamadas me quedan cortas. Pero responde si aún nos queda un poco del sonrojo al sentirnos juntos y desnudos. Reclámame las noches que siempre esperábamos hasta que sea la hora punta. Terminé con un último suspiro. Y si me duermo es por un desmayo. Se me pasma el corazón. Las manos ya se quedan cortas. No sabría qué haces esta noche por mí. Tengo miedo y tú quien ya no me hablas.
Qué terrible los cuervos que vuelan alrededor de mi cama.
No quisiese dormir más para escucharte...
Pero déjame decirte antes que te amo
Y despiértame una mañana. Despiértame para toda la vida.
Amor mío, esta noche es tuya. Todo es tuyo.
Pero perdone las lágrimas... esas son por mí.
Qué terrible los cuervos que vuelan alrededor de mi cama.
No quisiese dormir más para escucharte...
Pero déjame decirte antes que te amo
Y despiértame una mañana. Despiértame para toda la vida.
Amor mío, esta noche es tuya. Todo es tuyo.
Pero perdone las lágrimas... esas son por mí.
Al vudu
Ya me dijeron lo infortunado de mi futuro. Jugué al vudú y los alfileres de tus manos me tocaron. Y es que ya el tiempo pasó y nos recogió para enfrentarnos, para amarnos, para celarnos. Arrastro los pies de a poco y me hago daño en las plantas de los pies. El jardín botánico se extingue, mi corazón, pequeña, se hace la manzana de la discordia. Y tan solo quiero regalarte unas palabras. ¿Dónde estas ahora? Ya muero sin darme estocada. Déjame guiarte entre mis harapos, porque no soy noble a llamarte como iguales. No conté con una malla innata contra las heridas. Hazme recordar quién sigue arriba. Si es que eres tú quien compensa mis amores, seas siempre infinita. Y es que las anécdotas se suman con sutileza y es que las promesas son juramento con las dos palmas de la mano. La verdad es que ya estás tan lejos como siento los dedos a las teclas. Me pareciese todo atómico en la comprensión del mundo por mi lado sensible. Cierto es que aún no me contestas. Dime quién está a mi lado para perder el mundo. Y si es que eres tú quien empeña los labios por caricias. Y la amo como las tardes de febrero y es que la extraño como los días que nunca viví. Y lo cierto es que ya el mundo se hace diminuto y me siento entre las rocas para ejercitar mis pecados, mis estupideces, mis pocas enseñanzas, mis cartas que las tiro al barranco y las lágrimas que no llegan al mar.
Pero lo cierto es que ya se hace tarde y me quedé con estas palabras en las uñas que me las suelo comer para no perder la inspiración de más tarde. Qué día el nuestro que ya estás más lejos. Y es que el tiempo se detiene con tu lejos, con tu allá que me ensombrece el alma y hiere mis pobres venas. Pero nada gané más que una deuda de lágrimas que esperan ser ahorradas en la banca de mi almohada y un colchón que ya no es el paraíso de una noche de amor. Me perdí entre lo que nadie me decía nada. Me oscurece el alma al cerrar los párpados. Siento frío y el alma siempre te reclama.
Pero lo cierto es que ya se hace tarde y me quedé con estas palabras en las uñas que me las suelo comer para no perder la inspiración de más tarde. Qué día el nuestro que ya estás más lejos. Y es que el tiempo se detiene con tu lejos, con tu allá que me ensombrece el alma y hiere mis pobres venas. Pero nada gané más que una deuda de lágrimas que esperan ser ahorradas en la banca de mi almohada y un colchón que ya no es el paraíso de una noche de amor. Me perdí entre lo que nadie me decía nada. Me oscurece el alma al cerrar los párpados. Siento frío y el alma siempre te reclama.
lunes, 22 de octubre de 2007
Anónimo (aunque suene extraño)
La bruma seguía siendo incierta como el destino que preparé o que prepararon para mí. Miré tan lejos desde la orilla donde me encontraba. Alcé los pies buscando alguna materia infinita como la felicidad que sentía al ver algún programa de niños, de inocentes, de idiotas, en el canal del Estado hace muchos años. La arena, mi labio roto como el cuadro que mi padre lanzó al suelo sabiendo que el amor empacó sus maletas con la primera lisura que se pudo escuchar. El escepticismo de alguna buena novela que jamás concluí. ¡Ser hombre con el código prohibido que me daría asco aprender! La mañana se demora en concluir, porque las arenas del tiempo aún no ceden, sino que solo se mojan con el mar. Me detuvieron. El regreso a la realidad fue el lamido de un perro policía a mi mano.
Siempre estorban
Concluí, en un día, en que las aves que volaban al sur nunca más regresaban a mi casa. Más al sur si propiamente me encuentro al sur. ¿Será el norte del sur? Cierto, o como la geografía destruya mi película, es que me quedé con un hostal de nidos vacíos y de cascarones rotos: el producto de los amoríos.
Sacando mis ideas rentistas, pensé en alquilar los nidos. Un pequeño paso para el niño y un gran salto para la idiotez del mundo. ¿Cómo hablar con los animales? Si bien tenía un perro que me rompía las bastas del pantalón y un loro trovador, siempre quise mantener comunicación con ellos. Quizá mi loro me explique por qué diablos no podía producir la “i” y mi perro seguro me explicará cual era el motivo de romperme siempre las bastas. Muy lejano aún Pavlov y algún excéntrico, decidí guardar los nidos en un pequeño cofre antes que mi abuela me destruyera mi negocio con su temible escoba. Cierto que no era bruja para volar con ella, pero pobre de aquel que no terminaba la comida.
Guardé tres nidos completos y los demás se deshicieron en mis temblorosas manos. Escondido bajo diez palos de madera, un colchón paraíso y una cubrecama de autos Nascar, comencé a pensar en qué de bueno le pueden ver a estos nidos. Sin duda pasaban un frío limeño como el suspiro. Rarezas y me recordaba en la labor de la paloma para armar el nido. ¿Por qué no otro material? ¿Y el cable? ¿Y la cocina? ¿Y la sala? ¿El cuarto de juegos? Descubrí la naturaleza con mis inocentes entendimientos y dudé de las similitudes y vanguardias arquitectónicas: sea como fuese, cualquier garabato en un plano puede ser un edificio.
Si bien podría haber dicho que todas las palomas serían pobres por no tener tantas cosas como nosotros, ¿qué podrían tener de bueno o en común con nuestra naturaleza?
Se escuchó el auto y mis padres salieron a algún lugar que ya mi pobre mente no recuerda. No se despidieron ni nada. Miré por la ventana y estaban tan lejos como ellos quisieron. Quizá lo propio de la naturaleza sea el marcharse sin despedirse. Me quedé en el nido. ¿Seguiré en el huevo? ¿Ya rompí el cascarón?
Cuando las aves vuelan al sur, pareciera que los huevos siempre estorban.
Sacando mis ideas rentistas, pensé en alquilar los nidos. Un pequeño paso para el niño y un gran salto para la idiotez del mundo. ¿Cómo hablar con los animales? Si bien tenía un perro que me rompía las bastas del pantalón y un loro trovador, siempre quise mantener comunicación con ellos. Quizá mi loro me explique por qué diablos no podía producir la “i” y mi perro seguro me explicará cual era el motivo de romperme siempre las bastas. Muy lejano aún Pavlov y algún excéntrico, decidí guardar los nidos en un pequeño cofre antes que mi abuela me destruyera mi negocio con su temible escoba. Cierto que no era bruja para volar con ella, pero pobre de aquel que no terminaba la comida.
Guardé tres nidos completos y los demás se deshicieron en mis temblorosas manos. Escondido bajo diez palos de madera, un colchón paraíso y una cubrecama de autos Nascar, comencé a pensar en qué de bueno le pueden ver a estos nidos. Sin duda pasaban un frío limeño como el suspiro. Rarezas y me recordaba en la labor de la paloma para armar el nido. ¿Por qué no otro material? ¿Y el cable? ¿Y la cocina? ¿Y la sala? ¿El cuarto de juegos? Descubrí la naturaleza con mis inocentes entendimientos y dudé de las similitudes y vanguardias arquitectónicas: sea como fuese, cualquier garabato en un plano puede ser un edificio.
Si bien podría haber dicho que todas las palomas serían pobres por no tener tantas cosas como nosotros, ¿qué podrían tener de bueno o en común con nuestra naturaleza?
Se escuchó el auto y mis padres salieron a algún lugar que ya mi pobre mente no recuerda. No se despidieron ni nada. Miré por la ventana y estaban tan lejos como ellos quisieron. Quizá lo propio de la naturaleza sea el marcharse sin despedirse. Me quedé en el nido. ¿Seguiré en el huevo? ¿Ya rompí el cascarón?
Cuando las aves vuelan al sur, pareciera que los huevos siempre estorban.
Odiseo de cuatro paredes
El pequeño chiste que conté haciendo reír a nadie formó parte de mi inventario nocturno para reírme de mí mismo, cuando no hay nada por la ventana que me haga reír. Ya el insomnio se quedó jugando rompecabezas debajo de mi cama y se oscuro como la pantalla del televisor apagado. Las cortinas hacen formar pequeñas estrellas ámbar por las luces de los postes y las prostitutas me hacen recordar que algún borracho, después de todo, no estará tan solo en la calle. Quizá sea para él un consuelo, yo qué sé.
Nada me sacó de la cama y sus bordes se extendieron hasta los límites de mi cuerpo. Sin expansión alguna de mis extremidades, aún no cargaba de saliva mi almohada y mi pie colgaba del borde derecho jugando a pescar pesadillas.
Mandé el susurro con un sigiloso rezo a los padres de los padres y de mis padres, incluso. Me acordé de las ovejas, solo que ella no se acordaron de mí. Me fastidié, me resentí con mi sueño y con la impotencia de las matemáticas. Cerré los ojos y los mantuve así. Cerré los ojos y los cerré aún más y con más fuerza para luego darme cuenta que la mejor manera de dormir era mantenerse despierto. Así vendría el sueño más rápido.
Conciso, exacto y dogmático. Callé y me di cuenta que nada había para ver. La televisión vendía lo que nadie compra o vendía lo que ya nadie cree que funciona. La música podría ayudar y terminé enojándome con una canción de Marco Massini. Me inspiré para escribir algún verso, pero los versos se disiparon como los drogadictos del parque cuando pasó un pequeño auto policía.
Musité memorizándome los títulos de mis libros y recordando los pequeños cuentos que leí. Los miré y ....
(Esta hoja la encontré a las ocho de la mañana del día siguiente que fue escrita. Creo que la desesperación tiene un doble filo. Ustedes qué opinan).
Nada me sacó de la cama y sus bordes se extendieron hasta los límites de mi cuerpo. Sin expansión alguna de mis extremidades, aún no cargaba de saliva mi almohada y mi pie colgaba del borde derecho jugando a pescar pesadillas.
Mandé el susurro con un sigiloso rezo a los padres de los padres y de mis padres, incluso. Me acordé de las ovejas, solo que ella no se acordaron de mí. Me fastidié, me resentí con mi sueño y con la impotencia de las matemáticas. Cerré los ojos y los mantuve así. Cerré los ojos y los cerré aún más y con más fuerza para luego darme cuenta que la mejor manera de dormir era mantenerse despierto. Así vendría el sueño más rápido.
Conciso, exacto y dogmático. Callé y me di cuenta que nada había para ver. La televisión vendía lo que nadie compra o vendía lo que ya nadie cree que funciona. La música podría ayudar y terminé enojándome con una canción de Marco Massini. Me inspiré para escribir algún verso, pero los versos se disiparon como los drogadictos del parque cuando pasó un pequeño auto policía.
Musité memorizándome los títulos de mis libros y recordando los pequeños cuentos que leí. Los miré y ....
(Esta hoja la encontré a las ocho de la mañana del día siguiente que fue escrita. Creo que la desesperación tiene un doble filo. Ustedes qué opinan).
Nota del enamorado II
Contraté mil notarios para confirmar lo que digo e hice chantaje a los cambistas para que apuesten al dos por uno por mí. No compré canal nacional alguno ni le hice baile exótico a algún director de radio o de prensa. Tanto por no creer en lo que me decía y me delataron los labios al no tener cosa alguna por decir. Me desaparecí sin tener prisa y me encontraron, aunque nunca me fui. Brindé con los amigos de lo ajeno y leí revista porno del Opus Dei. Me afilié a algún taller de cuenta cuentos para terminar contando solo un mal chiste. Me tomé fotos a mí mismo para solo verme una vez y condenar de hipócrita al espejo, tan solo una vez. Hice eco lo que temía decir, memoricé el poema que no leí, corrompí el status quo de mi orgullo... Me enamoré de la más bella y esto último fue la consecuencia de todo lo demás (BIS).
Nota del enamorado
Quizá comprenda la madre de mis derechos la iniciativa y la prórroga roñosa que tildo de veneno como la gripe, como la penicilina. Sé que el carbón que ahora uso es del más barato, que mi casaca jean se estropea sin el uso, que esta hoja de papel me la regalaron o hasta el ego regalado en alguna feria vecinal. Auspicio este secreto del oficio con la nupcia entre el oído y el silencio. Atónito. Qué reprime mi poca fortaleza. Ocurre que una vez me dijeron que la casualidad es idiotez humana. Nunca me la creí. Así como no creí que ver televisión de cerca me vuelve ciego, como fumar cigarros mentolados me puede hacer homosexual, como ponerse al frente del microondas produce cáncer o como la saturación de la paciencia, o como si mi voluntad fue la de escribir una carta de amor.
Eso era, ahora que lo recuerdo. Era una carta de amor, solo que me olvidé, otra vez, cómo comenzarla.
Eso era, ahora que lo recuerdo. Era una carta de amor, solo que me olvidé, otra vez, cómo comenzarla.
¡¡Hombre!!
Sucede que no quiero escribir esto y sucede que me tienta el silencio mismo a escribirlo. Ya miré al teléfono que nada nuevo me vino a contar y agoté centavo-segundo de los celulares para comunicarme con el segundo-eterno de mi existencia. ¿A qué temer de lo que diré? Mi nombre, mi situación, la anomia, el prejuicio, mi inocencia, mi fusilamiento interdiario, los malabares, el equilibrio, el amor. Sí, aún temo y temo con todos mis derechos como hombre, como autor, como Jonathan y André, como amante y enamorado. ¡Qué rudo suena! ¡Qué poco hombre puedo hacer escribiendo a espaldas como periódico amarillista! ¿Lo leerá? ¿Será cuestión de un par de días el encanto y una semana completa de calvario? Las emociones aún no se terminan en mi historia, pero sí el sueño, la esperanza, la sonrisa garantiza con más sonrisas. De consuelo el golpe del teléfono confirmando la distancia. ¿A qué vine? ¿Qué tentaba?
No me funcionó, pues, esta cara idiota mostrando lo sencillo y la experiencia ajena termina conmigo como si fuera un bribón. ¡Escarmiento! Me acusan del crimen, del genocidio, de mí mismo y por ser hombre, por ser viril, por ser idiota, por ser inocente, por ser quien soy y soy quien no debí ser en la sociedad. No me anima la idea de dormir con poca maravilla que besen mis ojos, con el chasquido plástico conmemorando un cese al fuego para mañana continuar. Parezca burla este epígrafe a mi desazón, pero así es el amor y me conmueve celebrarlo de esa manera. El día al revez, los de izquierda, el amor no comprende de plusvalía.
¿A qué me trae este discurso? ¿A qué quiero llegar? La amo y morir y matarme si se acaba este juego. ¿Qué si extrañaba la sensación? ¿La frialdad del pecho humano? La secularización, la calle, la familia, ceguera y epitafios. Humano soy y cargase la pena como algún maltrecho condón en una billetera o como la rosa escupida por el amor a quien se dedicó. Me conmueve lo que escribo y justo era lo que no quería escribir. Puedo herir, dañar, maltratar, pero el daño ya nació conmigo, ya se forjó en mí como esta barba que delata ser hijo de mi padre y mi padre justamente no tenía barba alguna. Ya no acuso a nadie de la desgracia, pero terminar no es lo que mis ojos se refieren ahora con su golpe seco a este escritorio. Cierto que lloré siendo hombre, siendo maricón, porque los hombres nunca lloran. ¿Y si rezan? Dios qué sucede. Justo a esto no quería llegar, pero el silencio de un teléfono me jala de la mano para esconderme entre almohadas inventando letras al avemaría que nunca memoricé. ¡Triste, canalla, este hijo de loba que dejó de sentirse humano por ser más humano aún! Una estocada me cubre el pecho y la cara larga ya golpea mis tobillos. ¿Tristeza? ¡Mierda! No quiero decir tristeza, porque sería el mismo imbécil que dice, porque nadie entiende. ¿Acaso no me delato tanto? ¿Acaso no es este el espejo donde me reflejo? ¿Tengo algún reflejo? Quizá en solo las cosas que me hacen sentir mal, sentir sensible, sentirse abierto por alguien que no dejo de amar y dispara siempre con certeza al centro del alma queriendo partirla, queriendo retorcer la cama donde duermo, queriendo partir el cigarro por esta hoja de papel que no puedo fumarla o como las lágrimas que saben a asco, pero no es vodka necesariamente. Necesidades.
¿Qué si necesito? Sí necesito. El brazo que no parte desde mi cuello, el corazón que alguien podría dibujar en mí. ¿Adónde, mujer? Me reconoces. Mírame y dime qué ves. ¿Al mismo? ¿Al emoticón? ¿Al Donjuán o al sinvergüenza? ¿A quien pones en silencio cuando le dices que lo amas? ¿Quién entonces? ¿Qué soy? Tú confundida y yo jugándome el pecho imitando lo que soy y niegas afirmando que no soy más que una farsa.
No miento. Inocente y ya violaron todos mis derechos. No me llama, espero. Se me irá el empeño de esta carta, no quise surcar este sendero, lloro y volví a llorar. ¡Qué poco hombre! ¡Hombre! Se me acabó el tiempo... ha sonado mi teléfono, con su permiso.
No me funcionó, pues, esta cara idiota mostrando lo sencillo y la experiencia ajena termina conmigo como si fuera un bribón. ¡Escarmiento! Me acusan del crimen, del genocidio, de mí mismo y por ser hombre, por ser viril, por ser idiota, por ser inocente, por ser quien soy y soy quien no debí ser en la sociedad. No me anima la idea de dormir con poca maravilla que besen mis ojos, con el chasquido plástico conmemorando un cese al fuego para mañana continuar. Parezca burla este epígrafe a mi desazón, pero así es el amor y me conmueve celebrarlo de esa manera. El día al revez, los de izquierda, el amor no comprende de plusvalía.
¿A qué me trae este discurso? ¿A qué quiero llegar? La amo y morir y matarme si se acaba este juego. ¿Qué si extrañaba la sensación? ¿La frialdad del pecho humano? La secularización, la calle, la familia, ceguera y epitafios. Humano soy y cargase la pena como algún maltrecho condón en una billetera o como la rosa escupida por el amor a quien se dedicó. Me conmueve lo que escribo y justo era lo que no quería escribir. Puedo herir, dañar, maltratar, pero el daño ya nació conmigo, ya se forjó en mí como esta barba que delata ser hijo de mi padre y mi padre justamente no tenía barba alguna. Ya no acuso a nadie de la desgracia, pero terminar no es lo que mis ojos se refieren ahora con su golpe seco a este escritorio. Cierto que lloré siendo hombre, siendo maricón, porque los hombres nunca lloran. ¿Y si rezan? Dios qué sucede. Justo a esto no quería llegar, pero el silencio de un teléfono me jala de la mano para esconderme entre almohadas inventando letras al avemaría que nunca memoricé. ¡Triste, canalla, este hijo de loba que dejó de sentirse humano por ser más humano aún! Una estocada me cubre el pecho y la cara larga ya golpea mis tobillos. ¿Tristeza? ¡Mierda! No quiero decir tristeza, porque sería el mismo imbécil que dice, porque nadie entiende. ¿Acaso no me delato tanto? ¿Acaso no es este el espejo donde me reflejo? ¿Tengo algún reflejo? Quizá en solo las cosas que me hacen sentir mal, sentir sensible, sentirse abierto por alguien que no dejo de amar y dispara siempre con certeza al centro del alma queriendo partirla, queriendo retorcer la cama donde duermo, queriendo partir el cigarro por esta hoja de papel que no puedo fumarla o como las lágrimas que saben a asco, pero no es vodka necesariamente. Necesidades.
¿Qué si necesito? Sí necesito. El brazo que no parte desde mi cuello, el corazón que alguien podría dibujar en mí. ¿Adónde, mujer? Me reconoces. Mírame y dime qué ves. ¿Al mismo? ¿Al emoticón? ¿Al Donjuán o al sinvergüenza? ¿A quien pones en silencio cuando le dices que lo amas? ¿Quién entonces? ¿Qué soy? Tú confundida y yo jugándome el pecho imitando lo que soy y niegas afirmando que no soy más que una farsa.
No miento. Inocente y ya violaron todos mis derechos. No me llama, espero. Se me irá el empeño de esta carta, no quise surcar este sendero, lloro y volví a llorar. ¡Qué poco hombre! ¡Hombre! Se me acabó el tiempo... ha sonado mi teléfono, con su permiso.
Existir
Existir. Es difícil explicarlo, pero este manojo de nervios que soy ahora y este aire en el pecho frío y turbio me hace confesar ciertas cosas que se malinterpretan fácilmente. ¿Por dónde comenzar? Quisiera llamar un poco a la paciencia, porque me dieron la estocada última que el amor puede brindar.
Existir. Pienso, luego existo. Es un concepto vacío y no es lo que me proponía como idea. Una vez leí que “ser” es “ser visto”, es decir, una es quien es cuando lo es para los demás. Uno existe mientras sea visto por los demás. Algo que me vino a la cabeza la noche de ayer y me propuse tantas ideas más. ¿Y si es así? ¿Si ella no existe? ¿Si yo no existo? ¿Si realmente todo esto es programa de TV donde actúo sin darme cuenta? ¿Será acaso que aún no nací o soy el sueño de otro? No lo sé y bien cierto sé lo que puedo sentir, pero no sé lo que los demás pueden sentir. Escéptico. Ser confiado es algo me valió más de mil noches en cama balbuceando palabras de amor que atajaba mi almohada. Miedo sería lo que tanto me corrige en esta vida. Ahora, ¿por qué demonios digo que ella no existe? Existe tanto como cuando hablamos por teléfono y nos enamoramos aún más. La amo y ella me ama. ¿Qué sucede, entonces? La vida se me presenta cada vez más frágil y los ratos en los cuales no sé de ella siento que se aparta tanto de mi y solo siento el recuerdo de ella por objetos. No como lo que puede ser la presencia misma. La amo, la entiendo, la comprendo. Sobre todo me resulta difícil encontrar por fin a quien tanto busqué, a la chica quien esgrimí entre tanta poesía y saber que ella pasa por lo que pasa y yo estar acá, sentado, fumando un poco, quizá oyendo música, escribiendo para hacer nada, para no testificar lo que digo con el roce de mis manos sobre alguna mejilla suya. El ser visto se me hace más presente, más notable. Hay cosas que me cuestan creer, como una vez te dije en un correo ayer, en que todo esto sucede y yo haciendo mi rutina como si nada. Impotencia. Me da asco esta diapasón que marcó mis andares para no estar contigo, para no hacerme sentir que existo, que no soy realmente solo una voz por el teléfono o las letras frías de alguna computadora. Soy quien soy y siento que yo no existo, porque aún no tengo las posibilidades para existir para ti. No existo, porque aún no puede sentir esa presencia mía para que testifiques lo que soy, lo que siento, lo que pienso. Una cercanía más que corporal. Algo que une a dos personas que se encuentran frente a frente. El amor, las palabras, la voz, el aliento, la piel, el respiro. Lo que ansía mis ganas de saber que tú también existes, porque mientras no lo sepa, yo también no existo. Si yo no existo, tú también no existes.
Existir. No es el simple modo de decir que uno se encuentra en algún lugar y luego ya no. Existes mientras te tenga al lado de mis recuerdos y seas quien se aparece tantas veces en mi vida como sea posible. Sin embargo, hay cosas que me afectan demasiado y realmente es con el tiempo con quien lucho para decirte tantas cosas como pueda y saber luego que no existo, porque no estoy allí contigo para que sepas que es verdad lo que digo. Es algo que así lo siento. Sé que me amas, porque entre todos mis recuerdos y mis horas de vida pienso solo en ti y si me haces sentir cosas que nunca sentí, es decir, existes. ¿Entonces? Existes como las afecciones que mi espíritu puede percatar que hay una persona maravillosa lejos de mí. Sin embargo, yo no existo, porque me rige esta necesidad de hacerme sentir que existo, algo más que la presencia, algo que es puramente significativo para mí. Existir. Se me hace tan difícil y siento que terminé diciendo nada.
Existir. Pienso, luego existo. Es un concepto vacío y no es lo que me proponía como idea. Una vez leí que “ser” es “ser visto”, es decir, una es quien es cuando lo es para los demás. Uno existe mientras sea visto por los demás. Algo que me vino a la cabeza la noche de ayer y me propuse tantas ideas más. ¿Y si es así? ¿Si ella no existe? ¿Si yo no existo? ¿Si realmente todo esto es programa de TV donde actúo sin darme cuenta? ¿Será acaso que aún no nací o soy el sueño de otro? No lo sé y bien cierto sé lo que puedo sentir, pero no sé lo que los demás pueden sentir. Escéptico. Ser confiado es algo me valió más de mil noches en cama balbuceando palabras de amor que atajaba mi almohada. Miedo sería lo que tanto me corrige en esta vida. Ahora, ¿por qué demonios digo que ella no existe? Existe tanto como cuando hablamos por teléfono y nos enamoramos aún más. La amo y ella me ama. ¿Qué sucede, entonces? La vida se me presenta cada vez más frágil y los ratos en los cuales no sé de ella siento que se aparta tanto de mi y solo siento el recuerdo de ella por objetos. No como lo que puede ser la presencia misma. La amo, la entiendo, la comprendo. Sobre todo me resulta difícil encontrar por fin a quien tanto busqué, a la chica quien esgrimí entre tanta poesía y saber que ella pasa por lo que pasa y yo estar acá, sentado, fumando un poco, quizá oyendo música, escribiendo para hacer nada, para no testificar lo que digo con el roce de mis manos sobre alguna mejilla suya. El ser visto se me hace más presente, más notable. Hay cosas que me cuestan creer, como una vez te dije en un correo ayer, en que todo esto sucede y yo haciendo mi rutina como si nada. Impotencia. Me da asco esta diapasón que marcó mis andares para no estar contigo, para no hacerme sentir que existo, que no soy realmente solo una voz por el teléfono o las letras frías de alguna computadora. Soy quien soy y siento que yo no existo, porque aún no tengo las posibilidades para existir para ti. No existo, porque aún no puede sentir esa presencia mía para que testifiques lo que soy, lo que siento, lo que pienso. Una cercanía más que corporal. Algo que une a dos personas que se encuentran frente a frente. El amor, las palabras, la voz, el aliento, la piel, el respiro. Lo que ansía mis ganas de saber que tú también existes, porque mientras no lo sepa, yo también no existo. Si yo no existo, tú también no existes.
Existir. No es el simple modo de decir que uno se encuentra en algún lugar y luego ya no. Existes mientras te tenga al lado de mis recuerdos y seas quien se aparece tantas veces en mi vida como sea posible. Sin embargo, hay cosas que me afectan demasiado y realmente es con el tiempo con quien lucho para decirte tantas cosas como pueda y saber luego que no existo, porque no estoy allí contigo para que sepas que es verdad lo que digo. Es algo que así lo siento. Sé que me amas, porque entre todos mis recuerdos y mis horas de vida pienso solo en ti y si me haces sentir cosas que nunca sentí, es decir, existes. ¿Entonces? Existes como las afecciones que mi espíritu puede percatar que hay una persona maravillosa lejos de mí. Sin embargo, yo no existo, porque me rige esta necesidad de hacerme sentir que existo, algo más que la presencia, algo que es puramente significativo para mí. Existir. Se me hace tan difícil y siento que terminé diciendo nada.
Personas
Una vez apresurado en mis pasos para no perder las ideas se me ocurrió una realidad que puede ser cierta y lo puedo validar, aunque solo tengo un ejemplo por dar. ¿Puede suceder acaso que nosotros seamos la copia de un ser etereo que es perfecto a la realidad que somos ahora? ¿Acaso nosotros somo un envase raro que contiene los rasgos baratos de un ser primero, pero este ser primero es un numero finito y lo que es infinito es la variabilidad de nosotros como seres Y DECIRMOS SER UNICOS? Pues unicos como chuscos, quiza, porque no le veo originalidad a lo que propongo como existencia. Sucede que ponga el ejemplo de una botella de agua. UNA BOTELLA DE AGUA LA MAS HERMOSA Y MAS PERFECTA DEL MUNDO. Tiene cierta cantidad de agua, cierta forma que es unica que nos muestra que es la primera, que es una forma que vino de forma natural y que no se puede comparar con otra. Asi existen varias varias botellas perfectas con su agua interna. Botellas de formas diferentes, pero son un número finito. Pueden ser mil, quiza mas, pero es finito. Botellas con agua de formas finitas. Esta agua es lo que hace que la botella sea botella, depende tanto una como la otra.
Llega el momento de reproducir botellas. La primera botella creada sera semimitacion de una y semimitacion de otra. Las botellas creadas por el hombre se alejan de ese referente a cual apuntaban. Asi habria botellas pequeñas, botellas con poca agua, con feos picos, quiza sin tapas. Ahora, eso seria las personas. LA MAS BELLA ES LA MAS CERCANA A LA BELLEZA PRIMARIA. ¿No les pasa acaso que ven dos chicas que tienen rasgo iguales, pero una es mas bella por su simetria entre rasgos y carismas que la otra? Entonces seria esa persona mas atractiva la que esta mas cerca a su referente de belleza, al modelo primario de una seleccoin finita, LA MAS CERCANA A LA BOTELLA HERMOSA QUE FUE PRIMARIA. Y los demas que pueden tener sus rasgos serìan las distorsiones de los referentes primarios. Seria decir que la naturaleza nos desvirtua la realidad...
Amén.
Llega el momento de reproducir botellas. La primera botella creada sera semimitacion de una y semimitacion de otra. Las botellas creadas por el hombre se alejan de ese referente a cual apuntaban. Asi habria botellas pequeñas, botellas con poca agua, con feos picos, quiza sin tapas. Ahora, eso seria las personas. LA MAS BELLA ES LA MAS CERCANA A LA BELLEZA PRIMARIA. ¿No les pasa acaso que ven dos chicas que tienen rasgo iguales, pero una es mas bella por su simetria entre rasgos y carismas que la otra? Entonces seria esa persona mas atractiva la que esta mas cerca a su referente de belleza, al modelo primario de una seleccoin finita, LA MAS CERCANA A LA BOTELLA HERMOSA QUE FUE PRIMARIA. Y los demas que pueden tener sus rasgos serìan las distorsiones de los referentes primarios. Seria decir que la naturaleza nos desvirtua la realidad...
Amén.
martes, 2 de octubre de 2007
Perdiendo el tiempo
Sigilosamente el llano del paisaje se hizo cada vez mas brusco mientras nuestro héroe batallaba contra titánicos temores. Desnudo frente a las amabilidades, antojó su espada, su ego y tan poco orgullo a
eregir el alcazar donde viviría. Trajo los óleos más caros, la madera aromatiza por los antiguos inciensos de los señores del ayer, una cocina con hambruna, un dormitorio con cama de doz plazas, una cortina desapercibida y chismosa, y una mascota estereotipada de alguna serie americana que vio.
Levantó paredes con su pobre espalda, esculpió los umbrales con terticolis en el atlas, se llevo la mano a la boca, porque sabía que no podía terminar. La tierra: naturaleza virgen, la tierra que no lo vio nacer, la soledad de una isla y el diapasón de tantos mares. Ajeno al mundo servido en bandeja, peleó sin que le cayera residuos de metralla, ganó como los perdedores y cuestiona su fortuna. Atolondrado, engreido, enmarañado con sus antiguas costumbres, la soledad en primer plano histrionico y con una catarsis crónica que nubla el porvenir.
Alimentandose de las sobras que dejaba la mar, su pequeña carabela de cartón se deshizo en sus manos al saber que el tiempo la pudrio. La madera, el oro, la plata, desnudo ante lo que es virgen, el guerrero que no enfunda su arma dio toque de esgrima a su incertidumbre. El alcázar se construyó como los minutos que se forman por sí solos por el tiempo y de guardia un grillo que sufre de insomnio madrugador y trannochesco.
Su espalda, erigió su obra cumbre sobreviviente siendo parte de su sobrevivencia. La obra donde puede habitar el marido, el esposo, la esposa, la amante, los niños, el perro, la perra, el teléfono, dos kilos de felicidad y dos cucharitas de espanto. El mármol frío congelaban sus pies, la madera astillaban sus manos y la sinfonía marina perforaba el oído acostumbrado al grito.
Incesante, tedioso, temía su obra, la ambición como cachetada al más visionaria, congeló las agujas del reloj de la cocina y supo que debía marchar. Se hizo hediondo el olor a sal, la arena carcomía su pobre piel y el corazón se le crispó como que el desamparo lo manejaba a su antojo. Se deslizo hacia afuera y prohibió a la mar ser mar, a la arena ser arena, al marmol ser marmol, a la naturaleza ser naturaleza... Se contradijo con lo que por última vez había prometido no volver a hacer. La caida y experiencia, partió siendo fugitivo de su propia. ¿El alcázar? Se cayó como cual torre de naipes, la bienvenida, la mascota, el sigilo, la hipocresia, el mal arte, el desamor... Cayó. Alejándose al otro extremo de la isla, al otro extremo del pequeño mundo vio el límite del mar. Limite donde el agua caía en picada. Olvidó ser guerrero, arquitecto, psicólogo, imbécil... Siempre fue escritor y ahora... ¿Cómo me voy a la tierra virgen donde comencé?

Levantó paredes con su pobre espalda, esculpió los umbrales con terticolis en el atlas, se llevo la mano a la boca, porque sabía que no podía terminar. La tierra: naturaleza virgen, la tierra que no lo vio nacer, la soledad de una isla y el diapasón de tantos mares. Ajeno al mundo servido en bandeja, peleó sin que le cayera residuos de metralla, ganó como los perdedores y cuestiona su fortuna. Atolondrado, engreido, enmarañado con sus antiguas costumbres, la soledad en primer plano histrionico y con una catarsis crónica que nubla el porvenir.
Alimentandose de las sobras que dejaba la mar, su pequeña carabela de cartón se deshizo en sus manos al saber que el tiempo la pudrio. La madera, el oro, la plata, desnudo ante lo que es virgen, el guerrero que no enfunda su arma dio toque de esgrima a su incertidumbre. El alcázar se construyó como los minutos que se forman por sí solos por el tiempo y de guardia un grillo que sufre de insomnio madrugador y trannochesco.
Su espalda, erigió su obra cumbre sobreviviente siendo parte de su sobrevivencia. La obra donde puede habitar el marido, el esposo, la esposa, la amante, los niños, el perro, la perra, el teléfono, dos kilos de felicidad y dos cucharitas de espanto. El mármol frío congelaban sus pies, la madera astillaban sus manos y la sinfonía marina perforaba el oído acostumbrado al grito.
Incesante, tedioso, temía su obra, la ambición como cachetada al más visionaria, congeló las agujas del reloj de la cocina y supo que debía marchar. Se hizo hediondo el olor a sal, la arena carcomía su pobre piel y el corazón se le crispó como que el desamparo lo manejaba a su antojo. Se deslizo hacia afuera y prohibió a la mar ser mar, a la arena ser arena, al marmol ser marmol, a la naturaleza ser naturaleza... Se contradijo con lo que por última vez había prometido no volver a hacer. La caida y experiencia, partió siendo fugitivo de su propia. ¿El alcázar? Se cayó como cual torre de naipes, la bienvenida, la mascota, el sigilo, la hipocresia, el mal arte, el desamor... Cayó. Alejándose al otro extremo de la isla, al otro extremo del pequeño mundo vio el límite del mar. Limite donde el agua caía en picada. Olvidó ser guerrero, arquitecto, psicólogo, imbécil... Siempre fue escritor y ahora... ¿Cómo me voy a la tierra virgen donde comencé?
viernes, 28 de septiembre de 2007
Dispénseme...

La excentricidad es algo que me acompleja demasiado, aunque pueda ser modesto con considerarla meramente como una facultad de la originalidad, que para bien o para mal, trasciende en todos los ámbitos de mi desarrollo social. ¡Qué modestia hacerme el cachuelo de psicólogo! Aunque podría valerme alguna buena bofetada de algún psicoterapeuta, pues, bienvenida sea. Quizá así regrese, y solo de visita, al distrito que me encerró por más de quince años de mi vida y a esta calle que mantiene aún vivo el cordón umbilical de mi existencia. Cierto es que no es amor a la camiseta ni amor al chancho, con o sin triquina, pero a lo que llego es que termino, sea como fuese, al mismo lugar donde ya estuve con la mínima idea de salir.
¡Pues qué divertido mantener ese lado de la imaginación que hace de mí un hígado con filosofía maniquea! Apostaría a que por mí, obvio que sin mi voluntad, atenté a darle un derechazo a mi padre por chismoso, saqué el dedo medio por la ventanilla del carro, jugué toca timbre en la puerta de mi casa y hasta tomé un taxi preguntándole dónde quedaba mi casa. Cierto es que peleé con todos y ni si quiera inició algún round. Peleé como los machos cabríos sin infancia y salté la cuerda como todo un marica, y perdí jugando mundo con una silla de ruedas. Me motiva, pues, las ganas de solventar este disgusto conmigo mismo y el disgusto ajeno a las personas que me rodean y ahora, debo decir, me rodearon. Porque cierto es que hasta hice enojar al extraño, al confiado, al mesero, pero nada como el amor que le guardé a la persona a quien se lo prometí. Parece raro, es cierto, pero reconozco mi orgullo iletrado porque ahora me
encuentro con el yo que siempre amó aquella persona. Mi voz la habrá sentido corta, mi garganta, las cuerdas vocales, el diente celoso y la lengua que me delató. Situación: auto 4x4 y con el ánimo caído por pelear con mi padre pensando que podría recuperar el tiempo que perdió conmigo. Me encerré en solo dos bandas del cordón de seguridad y busqué escabullirme en el bolsillo al saber que me llamaste para saber luego que me ibas a colgar.
Ahora meto las manos en los bolsillos para saber si tengo centavo salvador para esclarecer mis ataques, mis nervios y mis exageraciones. No respondí como guerrero sin guerra, sino que respondí como poeta sin amada, como canción de José José con nudos en la garganta.
Raro, extraño, me duele decir que no es mi primera vez. Me ruborizo, me callo, me hago el misterioso, el hermético, el solo, el abandonado, el culpable. No mantengo secretos con mis viejos, porque aún no saben que los tengo. Quizá entiendas, quizá me contestes para quitarme las manos de los bolsillos, porque siento frío para tocarte el rostro con la imaginación que aún no termina de pagar su hipoteca. Tocarte el rostro como cuando acaricio la almohada al dormir. Ella como parte de mis excentricidades, como unas previas, sin cerveza, para darme el salto de trampolín y dormir con ella, porque continuamos hablando en el backstage de los sueños.
¡Pues qué divertido mantener ese lado de la imaginación que hace de mí un hígado con filosofía maniquea! Apostaría a que por mí, obvio que sin mi voluntad, atenté a darle un derechazo a mi padre por chismoso, saqué el dedo medio por la ventanilla del carro, jugué toca timbre en la puerta de mi casa y hasta tomé un taxi preguntándole dónde quedaba mi casa. Cierto es que peleé con todos y ni si quiera inició algún round. Peleé como los machos cabríos sin infancia y salté la cuerda como todo un marica, y perdí jugando mundo con una silla de ruedas. Me motiva, pues, las ganas de solventar este disgusto conmigo mismo y el disgusto ajeno a las personas que me rodean y ahora, debo decir, me rodearon. Porque cierto es que hasta hice enojar al extraño, al confiado, al mesero, pero nada como el amor que le guardé a la persona a quien se lo prometí. Parece raro, es cierto, pero reconozco mi orgullo iletrado porque ahora me

Ahora meto las manos en los bolsillos para saber si tengo centavo salvador para esclarecer mis ataques, mis nervios y mis exageraciones. No respondí como guerrero sin guerra, sino que respondí como poeta sin amada, como canción de José José con nudos en la garganta.
Raro, extraño, me duele decir que no es mi primera vez. Me ruborizo, me callo, me hago el misterioso, el hermético, el solo, el abandonado, el culpable. No mantengo secretos con mis viejos, porque aún no saben que los tengo. Quizá entiendas, quizá me contestes para quitarme las manos de los bolsillos, porque siento frío para tocarte el rostro con la imaginación que aún no termina de pagar su hipoteca. Tocarte el rostro como cuando acaricio la almohada al dormir. Ella como parte de mis excentricidades, como unas previas, sin cerveza, para darme el salto de trampolín y dormir con ella, porque continuamos hablando en el backstage de los sueños.
Milonga entre adultos inmaduros
-De tanto mirar...
-Se me caerán los ojos. Lo sé, pero qué bella prisión es la que veo allí afuera, incluso más que la mía.
-Lo ajeno, hijo, se te hace más fácil en notar y admirar. Poco te di, pero la casualidad sabrá.
-¿Ella no es mi madre?
-...
-Tiempo que no la veo. Quizá regrese como solo esa vez que estuvo cuando nací.
-Lo dudo, pero mira qué fabuloso ese cielo tan blanco como el edredón blanco que cubre tu cama. Mira aquel portón roto como el chocolate que te daba salpullido o aquel automóvil cual es igualito al que te regalé de juguete y ...
-Lo vi, pero no veo a qué tanto bla bla bla...
-Temo que sí.
-Me gusta aquella niña.
-¿Tanto como qué?
-Como las historietas que me compré hace poco.
-¿Tanto así, mi hijo?
-Tan solo soy un niño aún, pero tú cuánto quisiste a mi mamá.
-Tanto como aquí hasta el cielo.
-Lo sabía.
-¿Sabías qué?
-En que en el amor era más maduro que tú.
-Se me caerán los ojos. Lo sé, pero qué bella prisión es la que veo allí afuera, incluso más que la mía.
-Lo ajeno, hijo, se te hace más fácil en notar y admirar. Poco te di, pero la casualidad sabrá.
-¿Ella no es mi madre?
-...
-Tiempo que no la veo. Quizá regrese como solo esa vez que estuvo cuando nací.
-Lo dudo, pero mira qué fabuloso ese cielo tan blanco como el edredón blanco que cubre tu cama. Mira aquel portón roto como el chocolate que te daba salpullido o aquel automóvil cual es igualito al que te regalé de juguete y ...
-Lo vi, pero no veo a qué tanto bla bla bla...
-Temo que sí.
-Me gusta aquella niña.
-¿Tanto como qué?
-Como las historietas que me compré hace poco.
-¿Tanto así, mi hijo?
-Tan solo soy un niño aún, pero tú cuánto quisiste a mi mamá.
-Tanto como aquí hasta el cielo.
-Lo sabía.
-¿Sabías qué?
-En que en el amor era más maduro que tú.
domingo, 16 de septiembre de 2007
¡Pulpos en su tinta!
La magia me sobró siendo niño y me concierne mi trabajo de alquimista en conocerla mejor como esperanza. Cierto fueron varias mis animas mundi para consolidar lo que hoy obtengo sin vano sacrificio. ¡No me contradigan pues si no es sacrificio! Sé que Mel Gibson no tratará de ser capitalista con mi Pasión sin tanta sangre, aunque lo que más sangró en mí fue el corazón. Nunca dejando el lado romantico, aunque parezcamos ciertos extraños y hasta odiados, comprendí un cierto poema que me bastó para ver la caja de colores por un buen tiempo. Bien sabia que despúes de lo que vería no sería Trampolin a la Fama ni el "Tambieeeeeeeeeeeeeeen viene" del noticiero. Pues qué intrepido soy ahora para acordarme y apostaría al tres por uno si alguien no me entiende al final.
Regresando al poema, este se llamaba "Me enamoré de Betty Mármol". Me reí en algún inicio cuando descubrí este singular poemario rapsódico en la biblioteca más cercana que tenía. Lo leí, reí y hasta susurré cuál sería mi disparatada caricatura de la cual me enamorase. Remonté hacia el pasado a lo John Weyn y terminé en en el vacío más perverso como lo que hay debajo de la cama de la pareja Ingalls.
Justo fue hoy y hasta me reí y hasta me aterroricé jurando que podía ser verdad. Añadiendo el título de la entrada, por más increible y hasta perjudicial para un selecto grupo del HI5, me enamoré de Oliva Olivo. Cierto que pueda crear celo alguno a una mujer maravillosa que conosco, descubrí que el mundo que garabateaba en mis páginas se cuadriculó en el primer plano de mi realidad. Aquella mujer maravillosa que ahora extraño es mi Oliva Olivo pertinente y sin cortes comerciales. Vale decir que esta mujer maravillosa no tiene el pelo negro ni esos ojos negros tipo boton, ni la nariz asi de chiquita. Lo cierto es que es la mujer con quien viajaría a todas las partes del mundo y, obviamente, la mujer quien me esperaría en casa luego de mi lucha en el pacifico en la segunda guerra. Luchando contra el destino, contra el Plutus que nunca se afeita, lo cierto sería que es la caricatura que me encierra y la mujer que protagonisa, en cierto modo, es Oliva Olivo.
Ahora que me encuentro en servicio, no dejo de pensar en mi Oliva que debe encontrarse no tan lejos de mí. Aunque no contenga lata de espinaca por ahora, podré romper distancias con el punche que siempre me faltó. Como un poema de Joaquín Sabina, Tal para cual, sería en mi vida como "Yo popeye, tú Oliva, tal para cual, yo virus, tú viruela"...
Gracias A.A.P, Paramount y a Oliva quien más tarde me llamará por teléfono.
Regresando al poema, este se llamaba "Me enamoré de Betty Mármol". Me reí en algún inicio cuando descubrí este singular poemario rapsódico en la biblioteca más cercana que tenía. Lo leí, reí y hasta susurré cuál sería mi disparatada caricatura de la cual me enamorase. Remonté hacia el pasado a lo John Weyn y terminé en en el vacío más perverso como lo que hay debajo de la cama de la pareja Ingalls.
Justo fue hoy y hasta me reí y hasta me aterroricé jurando que podía ser verdad. Añadiendo el título de la entrada, por más increible y hasta perjudicial para un selecto grupo del HI5, me enamoré de Oliva Olivo. Cierto que pueda crear celo alguno a una mujer maravillosa que conosco, descubrí que el mundo que garabateaba en mis páginas se cuadriculó en el primer plano de mi realidad. Aquella mujer maravillosa que ahora extraño es mi Oliva Olivo pertinente y sin cortes comerciales. Vale decir que esta mujer maravillosa no tiene el pelo negro ni esos ojos negros tipo boton, ni la nariz asi de chiquita. Lo cierto es que es la mujer con quien viajaría a todas las partes del mundo y, obviamente, la mujer quien me esperaría en casa luego de mi lucha en el pacifico en la segunda guerra. Luchando contra el destino, contra el Plutus que nunca se afeita, lo cierto sería que es la caricatura que me encierra y la mujer que protagonisa, en cierto modo, es Oliva Olivo.
Ahora que me encuentro en servicio, no dejo de pensar en mi Oliva que debe encontrarse no tan lejos de mí. Aunque no contenga lata de espinaca por ahora, podré romper distancias con el punche que siempre me faltó. Como un poema de Joaquín Sabina, Tal para cual, sería en mi vida como "Yo popeye, tú Oliva, tal para cual, yo virus, tú viruela"...
Gracias A.A.P, Paramount y a Oliva quien más tarde me llamará por teléfono.
martes, 11 de septiembre de 2007
Homenaje
Nací un día que Dios estaba enfermo, grave.
Ni qué decir de ti, Vallejo. Cada cual con su frase de ternura y de autodestrucción. Pongamos el caso que lo perfecto de la métrica fuera la misma métrica. Quiera que no sea así en este mundo cuadriculado en todas sus e
squinas. La novela que alguna vez escribí no era una carta poder de algún abogado. Realmente las hazañas del ingenio no engatusa esta plancha de uno por uno de realidad. Pues que quien critique tenga la idea de lo que se trata. La arquitectura no hace la fama del arquitecto. El seguir la ley no hace el nacimiento de nuevas leyes. No comprendiese en qué momento el soneto de las aduanas no es el mismo que el cuarteto del respeto en la casa. Ya me aburre el atavismo formal de las bodas y de los velorios lloricones de las viejas. Si sepa que los joven no puede llevar el almizcle del siglo XVIII. No sepa, pero perdóneme y discúlpeme, que siempre sea así el juego de villanos y de policías. No quiera ser policía del caso homicida que termine con la gramática que desde niño manejó algún reo. No quiero ser el villano que no hace del homicidio un arte. No temer al forajido, al cabello largo, al hijo artista de los funcionarios, al auspiciado por todos sin contar a sus padres.
Pues que difícil sea la aprobación del hatajo miserable que pisa el gris sin sucumbir por los elefantes rosados de cada bar. Si miramos al cielo que no sea por culpa ni perdón, que no sea por mentiroso ni humilde, ni por castigado o por salvador, sino por saber qué nos trajo al mismo lugar que ya mis generaciones pisaron, acabaron, gimieron y lloraron. Pues qué de nuevo trae esta esquina entre dos avenidas que siguen siendo el mismo prostíbulo desde el año de la Perricholi. Qué solución trae hacerse el terco, sacar la diploma que el vecino no tiene o ganar la carrera que nunca comenzamos. No callo aún la prosapia maldita de mis antepasados, la realidad que nos cubre como la estameña blanca que se contamina, al sicario profesional o al traidor que no supo qué hacer y lo llaman luego hermano. No sepa y no sé.
¡AH! ¡ CHU!
Salud, Dios.
Gracias, hijo mío.
Ni qué decir de ti, Vallejo. Cada cual con su frase de ternura y de autodestrucción. Pongamos el caso que lo perfecto de la métrica fuera la misma métrica. Quiera que no sea así en este mundo cuadriculado en todas sus e

Pues que difícil sea la aprobación del hatajo miserable que pisa el gris sin sucumbir por los elefantes rosados de cada bar. Si miramos al cielo que no sea por culpa ni perdón, que no sea por mentiroso ni humilde, ni por castigado o por salvador, sino por saber qué nos trajo al mismo lugar que ya mis generaciones pisaron, acabaron, gimieron y lloraron. Pues qué de nuevo trae esta esquina entre dos avenidas que siguen siendo el mismo prostíbulo desde el año de la Perricholi. Qué solución trae hacerse el terco, sacar la diploma que el vecino no tiene o ganar la carrera que nunca comenzamos. No callo aún la prosapia maldita de mis antepasados, la realidad que nos cubre como la estameña blanca que se contamina, al sicario profesional o al traidor que no supo qué hacer y lo llaman luego hermano. No sepa y no sé.
¡AH! ¡ CHU!
Salud, Dios.
Gracias, hijo mío.
Despistado
Fui paupérrimo con sentimientos y millonario al conocer desamores. El tiempo ahora corre sin que lo detenga alguna garita corrupta de carretera y los rompe muelles le llega al mazo. En la carretera que conformaba mi desvío por la ironía de la velocidad, tiré dedo como q
uien se imagina hacer una propaganda de jeans baratos y con chicas de plástico que saben a publicidad. Estiré mi brazo para alcanzar destino y el silbido de los motores corregían mis pobres pasos. Caminé con los motivos que marcaban mi maniobra suicida, al lado de la carretera que no conectaba a todo el continente americano. Entregaba flores a las familias completas del camino a cambio de algunos favores: pedía seguridad.
Los trailers, las familias completas, las parrillas completas de comodidades y de deberes: el arte de amueblar una casa sencilla. Los mosquiteros huecos que eran los altos cerros que me miraban con desprecio y yo los miraba con la sonrisa que ellos tampoco tenían transporte como yo muy pronto tendría. Acertadamente di con un veinte en malos pronósticos y la noche cayó con la garúa y mis harapos mojados con el miedo entre los dedos como si fumase un cigarrillo sin filtro, pero que siempre siendo tabaco. No localicé el camino entre los bordes de la autopista y la pista misma. Tropezaba con las cifras pares e impares marcadas con cemento y con sudor. Siendo Hermes con zapatillas de Polvos Azueles, tramaba con la mirada, bajo los oscuros prados, una simpática sonrisa.
caí... caí... caí...
Logré recoger a mí mismo y, para eso, volvió ser de mañana. Alguien me había prestado una sábana algo sucia, pero con una buena fe en mí. ¿Mi destino? Donde el kilometraje de mi amores digan que estuve de vacaciones. ¿Distancia? No tan lejos como quien se pierde entre tantos prados y
logra contar sus pasos para saber cuántos pasos dar para regresar. Una mujer se acerca a mí con una batea llena de harina con agua y comienza a esculpir algo inspirándose en mí. Pueblo de procedencia: ni idea. Apareció como de así por así, como si del prado se juntase toda la sábila y formo una figura femenina hermosa en facciones y terriblemente conspiradora con sus acciones. Seguía con su arduo labor. Se acerca y me mira. Saca sus medidas, me estudia, me prueba y su batea se hace cada vez más de harina y de agua, agua y harina para que luego no ver lo que diablos hacía. El kilometraje de mis amores cesó y bastaron tres pasos para saber dónde debía llegar. Me pidió disculpas y se hizo un lazo con el cabello suelto que parecía que desde su cabellera venía el viento que sopla por todo el mundo. Un traje blanco. Una mujer que se casó con la naturaleza y esta naturaleza sin vergüenza del incesto. Me miró. Hizo que cerrara los ojos y sentí una sustancia fría y pegajosa que pronto se pondría menos húmeda y más unida a mí. Sentí la paz que reinaba aun sin ver lo que sucedía conmigo. Ya sintiendo el peso hacia atrás, decidí caer al suelo. No había suelo alguno, me elevaba, arriba, azul, infinito. Estaba solo y el kilometraje del amor cesó para nunca más reclamar alguna multa. Amé...
Hubo tráfico en la carretera por un accidente. Un muerto y el auto fugó con el homicida. Identidad: ninguna. Edad: probablemente, veinte años. Ocupación: dudosa. Sueños: amar. Conclusión: no sé...

Los trailers, las familias completas, las parrillas completas de comodidades y de deberes: el arte de amueblar una casa sencilla. Los mosquiteros huecos que eran los altos cerros que me miraban con desprecio y yo los miraba con la sonrisa que ellos tampoco tenían transporte como yo muy pronto tendría. Acertadamente di con un veinte en malos pronósticos y la noche cayó con la garúa y mis harapos mojados con el miedo entre los dedos como si fumase un cigarrillo sin filtro, pero que siempre siendo tabaco. No localicé el camino entre los bordes de la autopista y la pista misma. Tropezaba con las cifras pares e impares marcadas con cemento y con sudor. Siendo Hermes con zapatillas de Polvos Azueles, tramaba con la mirada, bajo los oscuros prados, una simpática sonrisa.
caí... caí... caí...
Logré recoger a mí mismo y, para eso, volvió ser de mañana. Alguien me había prestado una sábana algo sucia, pero con una buena fe en mí. ¿Mi destino? Donde el kilometraje de mi amores digan que estuve de vacaciones. ¿Distancia? No tan lejos como quien se pierde entre tantos prados y

Hubo tráfico en la carretera por un accidente. Un muerto y el auto fugó con el homicida. Identidad: ninguna. Edad: probablemente, veinte años. Ocupación: dudosa. Sueños: amar. Conclusión: no sé...
Basta decir que llegó a amar.
domingo, 9 de septiembre de 2007
Confesión indirectamente directa
Ni pelota Pelé, ni telescopio navidezco,
ni soldadito francés, ni JI`GOES,
ni Leonardo, ni Tres, ni Donatello,
ni trompo chino, ni doscientos por Go,
ni hipoteca, ni compra, ni doble seis,
ni vino, ni pan, ni MP3,
ni cobija abuelita, ni terno a los trece,
ni licencia, ni mecánico, ni policìa,
ni columpio, ni caramelos, ni alergia,
ni gol de Maradona, ni Peru Campeón,
ni princesa, ni verso, ni cofradía,
ni carcaj, ni tabaquera, ni mi pipa,
ni brindis con chop, ni mano con lapicero,
ni papel en blanco, ni Rock And Roll,
ni baile de quinceañero, ni chambelán,
ni quince de picas, ni noches con sol,
ni Silvio sin Rodriguez, ni diéresis con tilde,
ni entropía en mi cuidado, ni susurro,
ni voz, ni mejilla sonrojada,
ni Tintin, ni Van Gogh, ni mercurio,
ni treces, ni martes, ni fotocopia,
ni prosapia, ni diagnostico, ni frío,
ni fuga, ni libertad, ni vecinas chismosas,
ni letreros, ni Condorito, ni medio pasaje,
ni lío, ni yoyo campeón, ni cometa crepé,
ni luna anémica, ni botón en mi camisa,
ni camilla de dos plazas, ni cantinflas,
ni reloj de pulsera, ni lampara que brilla,
ni mouse con laser, ni moneda que encontré,
ni chupetín Wonka, ni tonto con cátedra,
ni tour al otro rincón de mi imaginación,
ni mi nombre en lista de espera,
ni chantaje, ni cinta de bautizo,
ni película repetida, ni dos por uno,
ni cueva de alibaba, ni principe de persia,
ni taxi con televisión, ni corbata prejuiciosa,
ni sastre, ni beca, ni hora puntual...
Ni nada sin su todo, ni todo si es nada,
ni luz maravilla, ni ventana al jardín,
ni nada lo que sea,
ni todo es de la nada...
Y si quiero algo, sabes que solo quiero a ti.
ni soldadito francés, ni JI`GOES,
ni Leonardo, ni Tres, ni Donatello,
ni trompo chino, ni doscientos por Go,
ni hipoteca, ni compra, ni doble seis,

ni vino, ni pan, ni MP3,
ni cobija abuelita, ni terno a los trece,
ni licencia, ni mecánico, ni policìa,
ni columpio, ni caramelos, ni alergia,
ni gol de Maradona, ni Peru Campeón,
ni princesa, ni verso, ni cofradía,
ni carcaj, ni tabaquera, ni mi pipa,
ni brindis con chop, ni mano con lapicero,
ni papel en blanco, ni Rock And Roll,
ni baile de quinceañero, ni chambelán,
ni quince de picas, ni noches con sol,
ni Silvio sin Rodriguez, ni diéresis con tilde,
ni entropía en mi cuidado, ni susurro,
ni voz, ni mejilla sonrojada,
ni Tintin, ni Van Gogh, ni mercurio,
ni treces, ni martes, ni fotocopia,
ni prosapia, ni diagnostico, ni frío,
ni fuga, ni libertad, ni vecinas chismosas,
ni letreros, ni Condorito, ni medio pasaje,
ni lío, ni yoyo campeón, ni cometa crepé,

ni luna anémica, ni botón en mi camisa,
ni camilla de dos plazas, ni cantinflas,
ni reloj de pulsera, ni lampara que brilla,
ni mouse con laser, ni moneda que encontré,
ni chupetín Wonka, ni tonto con cátedra,
ni tour al otro rincón de mi imaginación,
ni mi nombre en lista de espera,
ni chantaje, ni cinta de bautizo,
ni película repetida, ni dos por uno,
ni cueva de alibaba, ni principe de persia,
ni taxi con televisión, ni corbata prejuiciosa,
ni sastre, ni beca, ni hora puntual...
Ni nada sin su todo, ni todo si es nada,
ni luz maravilla, ni ventana al jardín,
ni nada lo que sea,
ni todo es de la nada...
Y si quiero algo, sabes que solo quiero a ti.
Grita!! (Gritemos, también)
Grita lo que encierra tu mente
o cierra los ojos como quien no quiere.
Grita al anémico de realidad
lo que la fantasía advierte
con dos gotas de alegría
y día a día sin acabar,
y noche a noche
el teléfono no sería teléfono
si nunca terminásemos de hablar.
Grita despertando la cólera
de la interferencia radial.
Grita como quien se enoja
a la voluntad misma del desorden.
La incoherencia, la mar
de tu sonrisa,
de mi charco, de mi doble
único cuando ríes,
cuando brillas como mil soles...
Grita lo que quizá haya escrito
o inventa nupcias entre el predicado
y el sujeto de mucha esperanza que soy,
Grita que el arte sigue en mis manos
y arañan papel sin sentir dolor...
Grita y siente su eco...
pero con mi voz...
jueves, 6 de septiembre de 2007
Plan
Algunas veces cuelgo la cabeza en mi hombro como si fuera yo mismo quien carga de mí o el conmigo y consigo que uno no puede con el otro y se ayudan o quizá se desconocen. Lo cuelgo quizá como quien se parece un pollo en el mercado buscando olla para sentirse en algún hogar. Cierto o no, no me tocó estar en el frigerador, sino pensando en las cuantas maneras hay en decir buenas noches. Un guiño de ojo no ayuda, aunque la "O" fuese ori
ginalmente un ojo en alguna cultura mater. OJO. No era la idea que concebía, sino el rostro que dibujé en mi cuaderno perdiendo alguna conexión con la historia que escuchaba rutinariamente por Duende Verde, digo, por mi profesor de Historia y valga la redundancia como siempre lo es, porque hacerse entender dos veces hace una conexión de sensibilidad.
Quizá te haya dado miles pistas de ello. El repeticua de mis dos frases, de mi verbo con el artículo que muestra posesión o dirección o informacion de alguien necesitado por hablarte o por verte o quiza por los dos y todo lo anterior con su merecida vicerversa.
Con el escaparate para terminar en tus redes, consigo golpear el mp3 con dedicar una nueva canción a mi estado, a mi repùblica, a mi monarquía, a mi constitución, a mi Cadiz sin Corte, porque una chikita interrumpió la tijera de la historia para acercarme más a mí mismo y claro que también a esa persona. Una canción que no sea ni trova ni regeton, ni alternativo ni opera, ni jazz ni bailetón.
Ni historia con princesas, porque a una tengo al lado del corazón.
Y si te preguntas porque te dije todo esto, es porque no sabía cómo despedirme sin contarte que te extrañé todo el día.

Quizá te haya dado miles pistas de ello. El repeticua de mis dos frases, de mi verbo con el artículo que muestra posesión o dirección o informacion de alguien necesitado por hablarte o por verte o quiza por los dos y todo lo anterior con su merecida vicerversa.
Con el escaparate para terminar en tus redes, consigo golpear el mp3 con dedicar una nueva canción a mi estado, a mi repùblica, a mi monarquía, a mi constitución, a mi Cadiz sin Corte, porque una chikita interrumpió la tijera de la historia para acercarme más a mí mismo y claro que también a esa persona. Una canción que no sea ni trova ni regeton, ni alternativo ni opera, ni jazz ni bailetón.
Ni historia con princesas, porque a una tengo al lado del corazón.
Y si te preguntas porque te dije todo esto, es porque no sabía cómo despedirme sin contarte que te extrañé todo el día.
miércoles, 5 de septiembre de 2007
Jugandome la bofetada
Quiza leas este mensaje al momento que abandone la co
mputadora por ya unas horas o minutos. No sabría precisar, la verdad. Ahora no sé más que pensar en cómo estas y me siento así como ayer: angustiado, tembleque, con miedo. Por algún modo me pasa por la cabeza pensar que estas líneas cumplirán su acometido como una ventana de conversación instantanea. Pregunto sin que me delanten los emoticones y suelo responderme a mí mismo cuando ya la persecusión a tu personalidad se suele desvanecer con un bostezo que regula el sueño. Quiza acierte con la pregunta que te haga y yo sepa o quizá me responda lo que yo mismo quisiera oír. Lo último contiene un alto grado de ilusión. Armar conversaciones consigo mismo pensando en otro está prohibido para los niños. Justo ahora que la ley dice que está prohibido prohibir, yo qué sé.
Quizá nada sé. Y si tuviera que saber algo, es saber que te encuentras ahora bien.

Quizá nada sé. Y si tuviera que saber algo, es saber que te encuentras ahora bien.
lunes, 3 de septiembre de 2007
Y... ¿Me decías?
Conforma la sangre
Con la sal de la tierra
Y moldeada por el rostro
Echado y con pupilas dilatadas
Que callan al cielo por soborno,
Que roban la sábila de la naturaleza
Y embriaga a la copla
Convidada al tiempo que toma
La injusticia y la espera.
Desmoronas la carne,
Los huesos, el latido y el diapasón
Que festeja carnavales con poemas
Extraviados en el talego y perdón
Gimen las golondrinas
En los vergeles que no esperan veredas
Ni pasajes de amoríos por día.
Exclama soledad y, por Dios,
Que yo me esconda en las coronas
De pésame que adornan una sonrisa.
Pensase en los recados del alma,
Del revólver que engríe el amor
Al caer del cielo, pero no de la cama
Mientras dormito el propio sueño
Y no despierto con corazonadas
Que clavan heridas al pecho
Y niego tres veces sin resucitar,
Porque soy humano, hermano,
Como quien pide y no tuvo más.
Y tienta y condena, dulcemente,
La mies incrédula y versan anatemas.
Yo, con almas en cofradía,
Con los diarios póstumos y bellezas
De los nuevos tiempos romanos,
De las tímidas y peculiares cursivas,
Impuse a la Eva que trabajé en mis manos
Y confundí las hojas por costillas
Y el amor correspondido por manzanos.
Con la sal de la tierra
Y moldeada por el rostro
Echado y con pupilas dilatadas
Que callan al cielo por soborno,
Que roban la sábila de la naturaleza
Y embriaga a la copla
Convidada al tiempo que toma
La injusticia y la espera.
Desmoronas la carne,
Los huesos, el latido y el diapasón
Que festeja carnavales con poemas
Extraviados en el talego y perdón
Gimen las golondrinas
En los vergeles que no esperan veredas
Ni pasajes de amoríos por día.
Exclama soledad y, por Dios,
Que yo me esconda en las coronas
De pésame que adornan una sonrisa.
Pensase en los recados del alma,
Del revólver que engríe el amor
Al caer del cielo, pero no de la cama
Mientras dormito el propio sueño
Y no despierto con corazonadas
Que clavan heridas al pecho
Y niego tres veces sin resucitar,
Porque soy humano, hermano,
Como quien pide y no tuvo más.
Y tienta y condena, dulcemente,
La mies incrédula y versan anatemas.
Yo, con almas en cofradía,
Con los diarios póstumos y bellezas
De los nuevos tiempos romanos,
De las tímidas y peculiares cursivas,
Impuse a la Eva que trabajé en mis manos
Y confundí las hojas por costillas
Y el amor correspondido por manzanos.
Hace poquito
La latitud del extravío se acopló en mí como el caramelo a su papel chillón una tarde en la calle. Solo a secas como el arenal que me acompoñó por unos minutos con paso apresurado.
Guiñé el ojo al incauto bolsillo que tengo y desplegué la mirada al sur buscando mi casa: se acabó el pasaje y aposté al equilibrio, porque decidí caminar.
Qué inquieta era la bulla y qué chismosa el silencio para mis adentros que terminaban afuera por levantar la mirada cuando nada había por ver.
¿A qué le tienes miedo, señor?
Miré tan lejos como pude, como elevando los pies para ser alto y no tan grande. Atiné a apurar el paso como a quien le quemas los pies.
¿A qué?
Me adelanté al exabrupto y caí de codos al charco donde observé lo que alguien veía en mí. Vi mi propio miedo.
¿A qué?
No corroboré la existencia del emisor. El público, la vida, el receptor, el testigo, victimario. A qué podría. Al no sentir lo que con los años espero y no es el regalo que nunca recibí. El final de Disney que algún príncipe anarquista nunca leyó en el libreto vitalicio e infame. La maravilla que no pude haber visto y me perdí por puro sonso. La mano que no estreché por imaginarme ser zurdo. El llanto que no callé porqu
e también lloraba. El aire que no compartí pensando que sufría de asma. No haber construido un castillo de cemento en alguna orilla. Haber sido quien hizo la huella que encontró Crusoe. No haber escrito el poema que destiló lágrimas sin mi voluntad. No haber sentido la sensibilidad que ya se me hacía ajena. No haber devuelto el abrazo que no me acompañó desde la noche anterior. Miedo, miedo, miedo.... Qué había más allá del charco donde reconocí mi rostro, donde en soledad me descubrí, donde corregí lo que a alguien le pareció perfecto y a mí poco me convence. Insatisfecho, miedo, realidad, el yo, el nunca, el por fin, el compartir... compatir, vivir, sonreir... amar...
¿A qué?
A no volverla a ver más...
¿Nada más?
Si, quien seas, nada más...
Coitus interrumpus...
Se escuchó el golpe plástico del teléfono...

Qué inquieta era la bulla y qué chismosa el silencio para mis adentros que terminaban afuera por levantar la mirada cuando nada había por ver.
¿A qué le tienes miedo, señor?
Miré tan lejos como pude, como elevando los pies para ser alto y no tan grande. Atiné a apurar el paso como a quien le quemas los pies.
¿A qué?
Me adelanté al exabrupto y caí de codos al charco donde observé lo que alguien veía en mí. Vi mi propio miedo.
¿A qué?
No corroboré la existencia del emisor. El público, la vida, el receptor, el testigo, victimario. A qué podría. Al no sentir lo que con los años espero y no es el regalo que nunca recibí. El final de Disney que algún príncipe anarquista nunca leyó en el libreto vitalicio e infame. La maravilla que no pude haber visto y me perdí por puro sonso. La mano que no estreché por imaginarme ser zurdo. El llanto que no callé porqu

¿A qué?
A no volverla a ver más...
¿Nada más?
Si, quien seas, nada más...
Coitus interrumpus...
Se escuchó el golpe plástico del teléfono...
sábado, 1 de septiembre de 2007
Un penique de verdad
Hace poco expuse mi mano al alto del cielo pensando tocar alguna estrella que cure mis dedos sin uñas por una infancia hipocondriaca. El frío alargó los centímetros de vida de alguna línea de mi palma. Observé qu
e más lejos aún se divisaba la falla de alguna sintonía: vi las hormiguitas de la pantalla plasma del cielo. El cielo gris y blanco en plena trifulca. Cincuenta- cincuenta la división del territorio que alguno de los dos puso en discusión. No fallé en ver el árbol que comenzaba a moverse y a adrentar a la madre a las hormiguitas del cielo: siempre fue un hombre muy alto con un traje de árbol. Me caí del asiento donde mi cuerpo rebozaba. Sucedió que las tortugas grises de los asientos emigraron al sur del norte de las hormigas o quizá en viceversa. Las aves no se movían por nada y me di cuenta que eran solo tubos pintados de blanco y gris cuales colgaban del cielo pantalla plasma. Miré más aún y mis manos se
volvían en pequeños trozos de papel que el aire se los llevaba. El césped se movía con brusquedad y los dientes de león pasaron a ser atigrados. Nada igual. El caracol ciclista, el búho leyendo el periódico en una caseta 1x1, en una prueba de supervivencia ciudadana. El colapso, el primer acto que cambiando de canal no corregí. Me hacía de papel, me hacía uno con el viento y ceniza con el césped que comenzaba quemarse sin motivo alguno...
Seguía extendiendo el brazo sin amenazar a las pobres hormigas...
"Tenga muchacho..."
"Gracias, señor"
me levanté de la acera y me dirigí a comprar el primer pan que me metería a la boca...
y no... no era la hora del desayuno.


Seguía extendiendo el brazo sin amenazar a las pobres hormigas...
"Tenga muchacho..."
"Gracias, señor"
me levanté de la acera y me dirigí a comprar el primer pan que me metería a la boca...
y no... no era la hora del desayuno.
viernes, 31 de agosto de 2007
Tras bambalinas...
Qué dulce era la entropía de los cándidos,la sepultura de alguna cita, ser el hilo dental del suelo o la ganancia pauperrima o del amor su plusvalía. Pero qué carantoña me sirvi
ó las pocas palabras al aire y qué poco aire quitó la maravilla incierta. La redundancia del papel incauto, la abadía del cuarteto en varias sinfonías, el canto que esgrime sin arañar el rostro y el pecado. Qué solemne fue la promesa del desamparo o la cicuta que mengua la libertad del amigo y soltero. La revolución que pilló al liberal y la simpatía del hombro a la sota. Qué tanto y poco era el caminoque no se traza y la frontera roja esculpida por una mejilla. Rareza sea el brinco sin capachún de la inocencia. ¡Oh, la nena que vence al apolítico en la sensibilidad! El clamor de la piedad se redujo al tiempo entintado del Ilota engrendrado.
Escurriese la sal de las narices,se plantó el cerezo de la discordia y se fermentó el vino del ex borgoña, de la ex esquicitez del aliento, la manipulación del ánimo, el arma doble filo de un dios.
La guerra púdica del infame, del "aca no soy" del perdón con pesares con doble P, la misma exaltación de las ancianas, el doble 7 del dado que Dios jugó y salió ganando...
Por la maravilla que se ajena...
Yo brindo...

Escurriese la sal de las narices,se plantó el cerezo de la discordia y se fermentó el vino del ex borgoña, de la ex esquicitez del aliento, la manipulación del ánimo, el arma doble filo de un dios.
La guerra púdica del infame, del "aca no soy" del perdón con pesares con doble P, la misma exaltación de las ancianas, el doble 7 del dado que Dios jugó y salió ganando...
Por la maravilla que se ajena...
Yo brindo...
sábado, 25 de agosto de 2007
Eco,eco,eco...
Sabia que existe ese modo de guardar los mensajes que alguna vez se envía para recordar lo que se envía. Sucede que algunas veces el mensaje
se manda sin concretar ideas o algunas sensaciones. Ahora que haya descubierto ese sistema, pareciera que el releer lo enviado fuera el eco que despido desde algún rincón de la ciudad para dar hasta en el otro rincón. El efecto de eco al leer y releer lo mismo como si no fuese nunca a acabar y decirse a uno mismo que la carta espera, solo que no se sabe cuanto esperara. El eco de los mensajes guardados. El espejo del abismo que parece no sorprenderme...Interesante este efecto... la filosofía del control a las comunicaciones... Se puede sentir, en medio de la globalización, un poco el efecto humano...

¡¡¡¡Anfetaminas!!!!
Sucede que no es una entrada con valores didacticos y no soy mamá de nadie. Pues ya aburrida se encuentra la juventud y la supervivencia es una solidaridad con la autodestrucción del cuerpo, de la mente, del pecho que guardó un corazón que solo late cada hora, cada cu cú del reloj con pendulos, con pesares. No pondré toque de queda al incontrolable ni al incomprendido de tantos reclames televisibos. Ya sabe difícil esta explicación pero siempre cae bueno algo didacticamente desaprendido o algo por el estilo que nu
nca usé. Qué raro, pues, esculpir otro juego de palabras exclamando con signos de pregunta lo que tantas madres siempre conocen entre los paréntesis de la ciudad. Sepa Ud que la deshumanización por las anfetaminas se traza con la rila, con el verde del jardin de Doña Mierda o el negro que nos robó el celular por un poco de "talco". Sepan a lo que me refiero con poco cuidado para cuidar lo ya casi extinto. Ahora bien, pues sea algo químico por explicar, pero el daño cerebral se debe a la gran cantidad de anfetaminas que despide la travesura. La tanta cantidad de anfetamina corrompe el yugo equilibrado de nuestras emociones. El más a más de cada dia rompe la emocion humana y uno se queda haciendo frio juzgando sus actos por el solo consumo. Ocurre pues con ese consumo, los consumidores adquieren otra vez la anfetamina que regresa sus emociones y de alli la dependencia. Una dependencia que se trata de solo sentir, porque corporalmente no pueden producir emocion, sus propias anfetaminas se quedaron marchitas. La anfetamina, producto que corresponde a nuestra emoción.
Me pregunto cómo seria dejar mis emociones en una rila y no en mi propio cerebro. CEREBRO. Sabe al lenguaje maquinal de tantons ingenieros, químicos o algo asi. Las emociones en la palma de mi mano y nacida desde alguna cabina de baño de algún lugar. Seria el mismo, quizá. Bueno, tal vez con más temas por novela, pero sí seria el adiós a tanta poesía.... aunque ya le dije adiós...
No sé qué mierda consumo....

Me pregunto cómo seria dejar mis emociones en una rila y no en mi propio cerebro. CEREBRO. Sabe al lenguaje maquinal de tantons ingenieros, químicos o algo asi. Las emociones en la palma de mi mano y nacida desde alguna cabina de baño de algún lugar. Seria el mismo, quizá. Bueno, tal vez con más temas por novela, pero sí seria el adiós a tanta poesía.... aunque ya le dije adiós...
No sé qué mierda consumo....
miércoles, 22 de agosto de 2007
En ajedrez...

Pero dicen que las horas aburren cuando se charla con los cuadrados del ajedrez o con el virtuoso silencio entre las palabras del mudo libro que nadie leyó. Pero es que no bastan las horas para que la gente no se aburra de sí misma y consigo misma. Pues cuesta algunas veces ser reconocido con el velo de la autopista de doble vía entre el tiempo y la distancia.
Pero que tan difícil puede ser el consumo que eleva a uno mismo a olvidar lo que no se haya. Será que siguiese igual los tres cuadrados de vereda o los tres asientos que forjan las fronteras humanas. Sea que ahora lo piense, aunque la impresión más se forma en la ausencia.
Que tan corta de palabras la miga no almorzada, la pequeña gota de garúa que humedeció una uña o el lapiz marcado por los dientes del aburrimiento. Sepa que no quisiera decir todo como para no ahuyentar. Pues que en cierto modo no me aburro aún y de tantas maneras mantengo aún el equilibrio.
Quizá me acerque o eche a correr...
Lástima que mejor se le ve divirtiendose consigo misma que conmigo...
El sinónimo de la dependencia puedo ser al verla...
Mejor me voy. Quizá alguien escriba lo mismo que yo ahora y será quien no tenga algo que hacer, quien pierda el tiempo como ahora me toca...
(Duro diez minutos... para qué más)
Pero que tan difícil puede ser el consumo que eleva a uno mismo a olvidar lo que no se haya. Será que siguiese igual los tres cuadrados de vereda o los tres asientos que forjan las fronteras humanas. Sea que ahora lo piense, aunque la impresión más se forma en la ausencia.
Que tan corta de palabras la miga no almorzada, la pequeña gota de garúa que humedeció una uña o el lapiz marcado por los dientes del aburrimiento. Sepa que no quisiera decir todo como para no ahuyentar. Pues que en cierto modo no me aburro aún y de tantas maneras mantengo aún el equilibrio.
Quizá me acerque o eche a correr...
Lástima que mejor se le ve divirtiendose consigo misma que conmigo...
El sinónimo de la dependencia puedo ser al verla...
Mejor me voy. Quizá alguien escriba lo mismo que yo ahora y será quien no tenga algo que hacer, quien pierda el tiempo como ahora me toca...
(Duro diez minutos... para qué más)
martes, 14 de agosto de 2007
Ampara

Pisando las alforjas que guardan vida
Y muerte como lazo de doble nudo,
Me digo y me cuestiono y me miento
Si es la soledad, el mismo tiempo
Que estereotipa el gesto en ayuno
Cuando respiro, dulce y mía,
La vida encuadernada, el peso
Del silencio, la cicuta, la herida.
Y un fin ,entre mitades y enteros,
Desvelan un sueño taciturno
Que acribilla el suspiro,
Que es una rapsodia del beso.
Y se exclama lo que nunca se dijo.
Me pregunto,
¿tuvo, la voluntad, cierto miedo?
¿alguien extravió su propio murmullo?
Enciende, aunque sea por albedrío,
O por libertad, o por gracia,
Pero repercuta este haz oscuro
Que no es redentor si tiene palabra,
Que es un atavismo diurno
Con crápula infame y no sigo.
Y no sigo, porque ¿quién ampara?
Y muerte como lazo de doble nudo,
Me digo y me cuestiono y me miento
Si es la soledad, el mismo tiempo
Que estereotipa el gesto en ayuno
Cuando respiro, dulce y mía,
La vida encuadernada, el peso
Del silencio, la cicuta, la herida.
Y un fin ,entre mitades y enteros,
Desvelan un sueño taciturno
Que acribilla el suspiro,
Que es una rapsodia del beso.
Y se exclama lo que nunca se dijo.
Me pregunto,
¿tuvo, la voluntad, cierto miedo?
¿alguien extravió su propio murmullo?
Enciende, aunque sea por albedrío,
O por libertad, o por gracia,
Pero repercuta este haz oscuro
Que no es redentor si tiene palabra,
Que es un atavismo diurno
Con crápula infame y no sigo.
Y no sigo, porque ¿quién ampara?
Secc: Finito. De: "Etcétera"
Si supiese escribir
Con alba negada y tímida,
Con el prejuicio estoico
De cada escritor y el ¡vivid
De pie con alegría,
Con la despedida de novios!
Sentía y amortaja el tiempo
A las añejas rimas
Que pillan el silencio
Con lo eterno de las líneas
Que compone el azulejo,
El de arriba, más allá del cielo.
Pues afirmé las piedras
Que cuelgan de mis manos
Sin una voluntad inmune,
Sin la culpabilidad de las anatemas.
Y un altar de recién casados
Con un divorcio por firmar.
Horas
Cinco, siete, cuatro... avanza, se detiene, se adelanta, se retraza, retrocede el reloj. El cuenta tiempo envasa la nostalgia, el atavismo, la puntualidad del minutero, el rutinario segundero y el engreído calendario. Las fechas siendo menos y los menos a mases con la muerte y el destierro de los minutos, y el sin sab
er de las horas.
Qué arpía es la hora, silencio por el susurro de mi conciencia. Qué canalla es la revelación del tramo inmune al cambio, sea digital, sea de manecillas, sea arena.
Dime ¿de qué sería el reloj?
Instrumento de tortura que cuenta lo humano en instantes, el epitafio último en un informe de vida. Instantes de vida, pero tanto puedo escribir y poco retroceder al tiempo.
Me duró veinte minutos... ¿Quisieras volver a comenzar?
Cinco, siete, cuatro, ocho...
Las mismas horas de ayer.

Qué arpía es la hora, silencio por el susurro de mi conciencia. Qué canalla es la revelación del tramo inmune al cambio, sea digital, sea de manecillas, sea arena.
Dime ¿de qué sería el reloj?
Instrumento de tortura que cuenta lo humano en instantes, el epitafio último en un informe de vida. Instantes de vida, pero tanto puedo escribir y poco retroceder al tiempo.
Me duró veinte minutos... ¿Quisieras volver a comenzar?
Cinco, siete, cuatro, ocho...
Las mismas horas de ayer.
martes, 7 de agosto de 2007
¿Quién mató al rey?
Me considero enfermo y exiliado de esta realidad. Tengo todas las características para que me juzguen de loco y los manicomios serían mi hogar. Me sentiría orgulloso al hacerme conocerme como desquiciado o loco. El loco es quien tiene una capacidad subjetiva muy desarrollada, me gustaría tener esa capacidad porque así mis poemas dejarían de lado muchos sentimientos obvios y se fijarían en lo más recóndito del alma, tan recóndito que solo la locura me puede mostrar.
No se debe juzgar a una persona loca solo por contener ideas en contra y totalmente erradas. Para el loco, sus ideas que nosotros ,los cuerdos, consideramos erradas, contienen mucho
sentido en su realidad. Consideraría que los cuerdos son solo un grupo mayoritario que nos imponen qué tiene sentido y qué no. Cuantas obras artísticas no hubiesen sido hechas si la locura no estuviese presente en cada autor, una locura que los motivo a ir en contra de lo rutinario, eso los hizo famosos y hasta algunos despreciados, como , por ejemplo, Van Gogh.
Le debemos mucho a la locura. Sin la locura estuviésemos en un mundo totalmente unísono. Quisiera alejarme de tantas realidades con el propósito de crear una realidad para mí. Seguiré explorando cada rincón de mi alma para encontrar nuevos sentimientos, un sentimiento tan escondido que me considerarán loco por hablar de ella. Siento que la locura será la respuesta a tantas dudas que tengo. La locura me separará de las razones que viven conmigo, siento que debí haber hecho eso desde un principio.
No se debe juzgar a una persona loca solo por contener ideas en contra y totalmente erradas. Para el loco, sus ideas que nosotros ,los cuerdos, consideramos erradas, contienen mucho

Le debemos mucho a la locura. Sin la locura estuviésemos en un mundo totalmente unísono. Quisiera alejarme de tantas realidades con el propósito de crear una realidad para mí. Seguiré explorando cada rincón de mi alma para encontrar nuevos sentimientos, un sentimiento tan escondido que me considerarán loco por hablar de ella. Siento que la locura será la respuesta a tantas dudas que tengo. La locura me separará de las razones que viven conmigo, siento que debí haber hecho eso desde un principio.
miércoles, 1 de agosto de 2007
La seudonovedad del peatón
El penacho blanco al fondo del polverío militar. Las botas, la sangre ceñida en el rostro. Rejuvenece la libertad en la trompetada de cada diana. El mausoleo de cada rifle. La literatura de los tinterillos, la mofa de la radio malograda. Las baterías nacionales y el mercurio d
el cielo que empeñó al sol por el dos por uno. Perdió y perdieron. Pueril, joven de sombrero y chaqueta. Las mangas, la propaganda del perfume. Un número de serie que es el documento de identidad. Las barras de producción y el niño infantilmente maduro. Las droga de la señora Enriqueta, el hijo, la concubina. Las promociones de la vida y la ciudad brinda con copitas hechas de manos. Pidiendo, reclamando, riendo. Lo último tenía que ser. El político, las barrenderas. Lo que delata al juez, lo que el hierro no mata, lo que el hierro no termina. La luciérnaga que embadurna el barroco de las necedades. La caja, el quejido, el desamor con amores. El plástico barato, la fantasía del niño, la muñeca que no tuvo, el superhéroe que su padre nunca llegó a ser. La madre maravillosamente madre. El prostíbulo, la vieja escuela, el vaso, el cristal, el chino hijo de puta del dueño, la marihuana. Quiera quien fuese, mengano o fulano de San Pincho, de San Puta. La onomatopeya de las caricaturas. Condorito; la chicha; la naranja irritante; el amor con cuerpo falso, con historias inventadas. El secuestro, la niña que deseó ser varón. El siquiatra social, el ginecólogo de las despedidas de soltero.
Chorrea la cerveza, la bencina, el polvo, el quete, la desesperación. Los baños por centros de comercio; la escuela, una mierda. Corrige con el borrador de papa lo que manchas con tinta. Aquí hubo sol. En invierno, siempre seguía siendo el infierno. No quieres tomar leche y ellos no quieren tomar más té. Piedra, polvo, la cuerda, el ula-ula de las madres embarazadas. La respuesta que el pueblo pide. La ambición que los héroes no reclaman. Nadie fue el amor y un taxista resultó ser la única luz divina.
No llegó. El derrotado, el Goliat, el hijo de puta de las navidades quien nos roba el pesebre para luego nadie ser tragado por un tigre.

Chorrea la cerveza, la bencina, el polvo, el quete, la desesperación. Los baños por centros de comercio; la escuela, una mierda. Corrige con el borrador de papa lo que manchas con tinta. Aquí hubo sol. En invierno, siempre seguía siendo el infierno. No quieres tomar leche y ellos no quieren tomar más té. Piedra, polvo, la cuerda, el ula-ula de las madres embarazadas. La respuesta que el pueblo pide. La ambición que los héroes no reclaman. Nadie fue el amor y un taxista resultó ser la única luz divina.
No llegó. El derrotado, el Goliat, el hijo de puta de las navidades quien nos roba el pesebre para luego nadie ser tragado por un tigre.
Tones...
¿Qué quién era? ¿Hombre o mujer? ¿Sabías que le gustaba las mujeres? ¿Cuántos poemas escribió? ¿Demasiados? ¿Estuvo en la calle esta noche? ¿No lo viste en la tarde ni en la mañana? ¿Dónde fue esa noche? ¿Qué compró en el bar de la señora de la vuelta?
¿Fumaba marihuana? ¿Eso no vendían allí? ¿Qué hizo con la cerveza y los cigarros? ¿A qué parque fue? ¿Consiguió un asiento? ¿En qué pensaba una vez estando en el césped mojado? ¿Abrió su celular? ¿A quién llamó? ¿Su enamorada contestó? ¿Le había escrito a ella? ¿Qué le dijo? ¿Colgó? ¿Qué hizo él respecto a eso? ¿Se tomó solo toda la cerveza? ¿Pidió más? ¿Se fue a su casa? ¿Pudo cruzar la pista? ¿Qué hizo con las tres cajetillas de cigarros? ¿Le invitó al guachimán? ¿Fumaron en la caseta todo el tiempo? ¿Entró a las tres de la mañana? ¿Cómo entró? ¿Qué hizo después de fumar todo el cigarro? ¿Terminó en la esquina donde venden droga? ¿Qué compró? ¿Te tengo que creer? ¿Después? ¿Gastó todo su dinero? ¿Se lo fumó todo en el parque? ¿De nuevo? ¿Volvió a llamarla? ¿Era culpable de la pelea? ¿Ella lo era? ¿Qué hizo ella para que lo fuera? ¿Con quién? ¿El amigo? ¿De verdad? ¿Y eso también? ¿En la cama de sus padres? ¿A qué hora? ¿Tan tarde? ¿Después de una fiesta? ¿Qué pasó luego? ¿Le robaron el celular? ¿Con navaja? ¿Fue herido? ¿Qué escribió? ¿Qué aún así la amaba? ¿Y ella? ¿Cómo que culpable? ¿Luego? ¿Si no fuese por ella? ¿Podría ir él a su casa si ella no lo hubiese insultado? ¿Quién lo encontró en la vereda? ¿Qué dijo la señora del pan? ¿Lo levantó ella sola? ¿La enamorada lo sabía? ¿El amigo también? ¿Se perdieron de vista? ¿Se encontró el arma? ¿Un cuchillo? ¿Tanta sangre hubo? ¿Toda la vereda? ¿Por tan solo un celular? ¿Así falleció? ¿Tanto quiso completar su mensaje? ¿Cómo sabes qué decía el mensaje? ¿Se había guardado en el celular? ¿Atraparon a los asesinos? ¿Salieron a la calle otra vez? ¿El cuerpo? ¿Sí? ¿No? ¿No está? ¿Ella? ¿Él? ¿El otro? ¿Nadie? ¿Supo su última palabra? ¿Nunca recibió el mensaje? ¿Fue a verlo después? ¿No podía? ¿Nadie la encontraba? ¿Se pensaba en lo peor? ¿Casi? ¿Sigue viva? ¿Me debe causar gracia? ¿Desapareció? ¿El otro? ¿Continuó? ¿Se arrepintió? ¿Soledad? ¿Falleció? ¿Natural? ¿Y tan joven? ¿Así de chocante fue la noticia? ¿Su madre? ¿Su padre? ¿Salieron del país? ¿A Argentina? ¿No se sabe? ¿Huyeron? ¿Escaparon? ¿El entierro? ¿Fosa? ¿Dónde? ¿Tan lejos? ¿Allí? ¿Así acabó la historia? ¿Y yo? ¿Qué quién? ¿Por qué? ¿No sabías que tenía un hermano? ¿Si soy de acá? ¿De Perú? ¿Qué tú qué? ¿Sobre que quién eres? ¿Tu esposo tiene que ver? ¿Ya viene? ¿Acaba de tocar la puerta?...
hola, papá...

hola, papá...
martes, 24 de julio de 2007
(Sin título)
Rizada y tristemente negra
La luna, la miel,
El suspiro de las estrellas,
El anillo de la mies
Al ser concreta la esperanza,
Al ceñirse de blanco
La belleza que una mujer ampara.
Y los tridentes por flores,
Las coronas por nada
Y la finitud por nada,
Otra vez.
Linda y con ojos llorones.
No siga con dolores
Que el paisaje
Cambia al poder ver
Y es mejor aún
Cuando cubren las manos
La pupila, tu iris de color azul.
Peligrosa e infame,
Sabandija y purgatorios.
La mar exquisita,
La sinfonía que crispa
Las mejillas con el sonrojo.
Soleada las tardes, vida
Y más vida y me escondo,
Y me digo, y me respondo
Lo que juzgo como mentira.
lunes, 23 de julio de 2007
Me faltó decidir

Por el verso subversivo de Bécquer, vengase la noche que uno no inventa, porque solo sé vivir mi misma ficción. Los loqueríos repletos de mis hermanos, de las escuelas, de las métricas. Y una corte reía de lo que desnudaba sin cordura y sin pena. Mies que no escucha los murmullos del alma mía. No te conozco y tú no me conoces. Juega a la ruleta la vocación y el suicida, el ocio y el homicida. Matarás sin piedad que todo hace penumbra. Enceguece las lecturas de las generaciones y dijiste adiós a González Prada.
Y sepa Valdelomar de lo que trato, de lo que soy ingenuo, de lo traidor que puedo ser. Bailando dando piruetas en el sur de la poesía, en los desiertos de la creatividad, en la escasa lluvia de los espantos, el status quo de la ignorancia. Eres tú, no yo.
As de picas, corazón sin reina. Liturgia al soliloquio improvisado, fe a mis temibles blasfemias. Y no sé lo que escribo y de eso se trataba de escribir. Personajes, gentes, horrores, encantos y desencantos. Lo que nadie mira, muere. Lo que no es visto, no existe. Una identidad que no se deja descubrir en el albero de la idiosincrasia y yo que me guié de una sola persona. Que no me miren, que no sea el espejismo improvisado de las ilusiones. De mierda sean las tapas duras de los corazones, el código de venta del histrión de los dones. Yo no engaño, me engañan, me tientan. Mi almizcle que se hizo barro con la tierra cuando pensaba en volar. Sin embargo, volé muy cerca del suelo.
Los paracaídas, los submarinos de color amarillo, el taco impregnado del barniz de las miradas desconocidas, el rincón del cenicero sin ser usado. Llené con locura lo que Dios puso en el camino. La locura me satisface. Ya que duermas con la cicuta que suele ser la verdad, pensarás dos veces en compartir lo que la locura puede crear.
El mundo sugestionado sin los superhéroes de cartón y papel. Ya los valores caen con su peso y las tradiciones continúan con el tiempo como el atavismo de las religiones. Ya no cesaré el alma de mis peripecias y mis fortuitos ánimos de cada día. Supe que la literatura engaña a quien se bastó con lo que nunca sabía.
No dejaré de apretar el lápiz. El lapicero se secó de tanto lloriquear y los borradores se hacen orgullosos por nunca corregirme. Sea de mí esta la crítica de lo que la cama me dice, de lo que la lámpara cuestiona y de lo que la soledad imagina.
Ya en paz descanse el señuelo extraviado en el mar, en el aire, en la tierra, en mí mismo y en los ojos que pasaron lista en recordar lo que tienen en qué corregir. Fue la última palabra, fue el yo que casi no inventé, porque yo mismo soy el invento que alguien quiso y no sé quién.
Exactamente sería el acabar la fianza con el desencanto. Inexactamente la tarea de ser frío, de no estar caliente y eso se llamaba “realidad”.
Y sepa Valdelomar de lo que trato, de lo que soy ingenuo, de lo traidor que puedo ser. Bailando dando piruetas en el sur de la poesía, en los desiertos de la creatividad, en la escasa lluvia de los espantos, el status quo de la ignorancia. Eres tú, no yo.
As de picas, corazón sin reina. Liturgia al soliloquio improvisado, fe a mis temibles blasfemias. Y no sé lo que escribo y de eso se trataba de escribir. Personajes, gentes, horrores, encantos y desencantos. Lo que nadie mira, muere. Lo que no es visto, no existe. Una identidad que no se deja descubrir en el albero de la idiosincrasia y yo que me guié de una sola persona. Que no me miren, que no sea el espejismo improvisado de las ilusiones. De mierda sean las tapas duras de los corazones, el código de venta del histrión de los dones. Yo no engaño, me engañan, me tientan. Mi almizcle que se hizo barro con la tierra cuando pensaba en volar. Sin embargo, volé muy cerca del suelo.
Los paracaídas, los submarinos de color amarillo, el taco impregnado del barniz de las miradas desconocidas, el rincón del cenicero sin ser usado. Llené con locura lo que Dios puso en el camino. La locura me satisface. Ya que duermas con la cicuta que suele ser la verdad, pensarás dos veces en compartir lo que la locura puede crear.
El mundo sugestionado sin los superhéroes de cartón y papel. Ya los valores caen con su peso y las tradiciones continúan con el tiempo como el atavismo de las religiones. Ya no cesaré el alma de mis peripecias y mis fortuitos ánimos de cada día. Supe que la literatura engaña a quien se bastó con lo que nunca sabía.
No dejaré de apretar el lápiz. El lapicero se secó de tanto lloriquear y los borradores se hacen orgullosos por nunca corregirme. Sea de mí esta la crítica de lo que la cama me dice, de lo que la lámpara cuestiona y de lo que la soledad imagina.
Ya en paz descanse el señuelo extraviado en el mar, en el aire, en la tierra, en mí mismo y en los ojos que pasaron lista en recordar lo que tienen en qué corregir. Fue la última palabra, fue el yo que casi no inventé, porque yo mismo soy el invento que alguien quiso y no sé quién.
Exactamente sería el acabar la fianza con el desencanto. Inexactamente la tarea de ser frío, de no estar caliente y eso se llamaba “realidad”.
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